Por Marcelo Cafferata
Selva Pérez Salerno (un personaje absolutamente a la medida de Carla Peterson) es una psicóloga muy poco ortodoxa que, conociendo el éxito a través de la participación en un show televisivo que impulsó las ventas de su libro hasta consagrarlo como best seller, también ha sufrido la exposición en los medios cuando se descubre que estaba ejerciendo sin contar formalmente con el título profesional.
En el inicio de esta segunda temporada Selva se redime, salda sus cuentas pendientes y tras dar el examen final de la materia que faltaba, puede emprender la recuperación de su espacio profesional para volver a posicionarse en ese espacio de prestigio que había alcanzado. Con varios cambios en su vida personal y una mudanza de por medio, Selva tanto en su mundo interno como en el plano profesional, va a la búsqueda de un nuevo equilibrio hasta que comienzan a aparecer las historias de sus pacientes que presentan siempre desafíos y le permiten jugar con sus propios límites.
Compuesta por siete episodios de media hora, la nueva temporada de “TERAPIA ALTERNATIVA” es de esas series que se pueden maratonear de un tirón porque claramente Mariano Cohn y Gastón Duprat saben cómo mantener atento a los espectadores. A diferencia de sus otros productos (“Nada” “El encargado”) no solamente en este caso cuenta con un protagónico excluyente femenino (Peterson versus Brandoni o Francella) sino que también hay una mirada particular que le imprime la directora y showrunner Ana Katz quien comparte la dirección con Adriana Vior y dejan su marca en como Selva busca su deseo y equilibrar su inestabilidad, enfrentando a sus propios demonios.
A través de lo que van trabajando los pacientes en su consultorio, si bien esta segunda temporada se centra en una trieja donde el guion permite trabajar el tema de las parejas abiertas, el deseo homosexual y el amor en sus diferentes formas, hay otras historias satélites en el diván de Selva –que son cuidadosamente seleccionados por su asistente Miguel Ángel, una brillante composición de Daniel Cabot- que ayudan a mantener el interés a través de toda la temporada: una pareja de artistas de comedia musical vecinos de Selva con problemas vinculares después de tantos años juntos (los talentosos Ana María Cores y Víctor Laplace) y una pareja de jugadores de futbol que ocultan su historia de amor para no arruinar una operación de pase para jugar en Europa.
Siempre con un estilo irónico y ácido, sobre todo en la construcción del papel de Selva (una mujer empoderada pero al mismo tiempo quebrada y vulnerable) “TERAPIA ALTERNATIVA” tiene una temporada mucho más rica que en la primera edición, rompiendo con los esquemas de los preconcpetos sociales en cada uno de los temas que aborda y lo hace con un estilo propio con un gracias al guion completamente atravesada por un sutil estilo del humor escrito por la propia Katz, junto a Alejandro Jovic (“Los mentirosos”) y Daniel Katz (“El perro que no calla”).
Pero Peterson no se encuentra sola en esta nueva tanda de episodios sino que se reúne de un elenco de secundarios realmente brillante: a la trieja formada por Griselda Siciliani, Alfonso Tort y Daniel Rovira que generan una excelente química en sus escenas (sorprendiendo sobre todo las de Tort con Rovira, que es un actor más ligado a las comedias livianas, con un personaje que le permite manejar otros registros más cercanos al drama), se suman Rafael Ferro, Malena Pichot, Carola Reyna, los ya mencionados Ana María Cores y Laplace más las participaciones especiales de Eugenia “China” Suárez –protagonista de la primera temporada- y el carisma excepcional de Graciela Borges nuevamente espléndida en el papel de Grace.
Esta nueva temporada de “TERAPIA ALTERNATIVA” se mueve como pez en el agua en el terreno de la comedia, explorando las diferentes formas de los vínculos amorosos, la (in)fidelidad, las diversas formas del amor y los conflictos que aparecen en las relaciones de pareja –un poco más alejadas de los temas familiares que aparecían como eje de la primera temporada- mientras que Selva va volviendo a rearmarse en base a los interrogantes que parecen surgir de las sesiones con sus propios pacientes.