Por Marcelo Cafferata
“ESE BOW WINDOW NO ES AMERICANO” tiene un potente primer atractivo: ha tomado el riesgo de adaptar el universo literario de Samanta Schweblin (y su cuento “Nada de todo eso” perteneciente a su libro de cuentos “Siete casas vacías”), una de las autoras más premiadas de su generación, para trasladarlo a la escena y convertirlo en una obra teatral.
Schweblin es la artífice de construir en sus cuentos, con un lenguaje simple y despojado, un universo inquietante, perturbador y emocionalmente inestable, que suele contactarse con las esencias más oscuras de los personajes. Esto se completa siempre con alguna visión fantástica, propia de la posmodernidad desde la que se articulan los relatos. Sus temas centrales orbitan en la familia, la casa, el vecindario o la infancia y este cuento que Mariana Obersztern ha adaptado para “ESE BOW WINDOW NO ES AMERICANO” no es la excepción, atravesando estas temáticas.
Allí vemos en un auto a una madre y una hija que recorren los diferentes barrios siendo fieles a su rutina de ver casas. En medio de la lluvia y con un auto empantanado, algunos de los conflictos vinculares comienzan a salir a la luz, entre ellos el descubrimiento por parte de la hija, de una falta de motivación para realizar estos merodeos husmeando en casas ajenas. Aparentemente la madre sí puede esgrimir algún motivo que la lleva a continuar el ritual: cuando su marido la abandonó dejó las llaves del auto sobre un grupo de revistas sobre decoración que ella solía hojear con mucho interés. Pero no hay más que eso… el pasado, el abandono, una recorrida rutinaria y un vínculo banal y endeble que las une.
Madre e hija ahora con el auto atascado en el barro, tratando de salir de ese empantanamiento, se meten de lleno en el jardín de una casa, sorprendiendo a un niño que estaba jugando con su camión de plástico cuya madre, dueña de la casa, sale al encuentro completamente sorprendida de todo lo que está ocurriendo. Serán estas tres mujeres las dueñas de la acción.
La narradora que nos va sumergiendo en esta zona tan particular es la hija a cargo de María Merlino y es ella quien va suministrando a los espectadores los detalles previos, los acontecimientos y los hechos del pasado que van ayudando a armar ese rompecabezas. Merlino tiene una dicción precisa, una degustación de cada una de las palabras, un pulso del relato en una voz calma pero potente, que ayuda a esa mixtura entre literatura y teatro que arma este puente exacto entre el mundo de Samanta Schweblin y la puesta en escena ideada por Mariana Obersztern, acompañada por algunas proyecciones en blanco y negro en una pantalla cercana, que brinda mayores precisiones. Su voz nos acompaña, justamente como alguien que nos cuenta un cuento, a atravesar los laberintos de la historia, conocer a los personajes, zambullirnos en ese imaginario.
Mirta Busnelli pone todo su oficio en acción para esa madre autoritaria, desconectada, egoísta. Su personaje, aunque no tiene demasiado texto, es el verdadero motor de la historia y Busnelli lo nutre con toda su gestualidad, su actitud y una presencia escénica notable. Su criatura tiene maldad, pero también tiene mucho humor, está cargando con sus obsesiones pero también muestra la ternura de lo vulnerable: y Busnelli sabe recorrer cada recoveco de esta madre tan particular.
El trio se completa con Vanesa Maja (la dueña de la casa cuyo jardín ha quedado destruido): su corporalidad marca los límites, la negación de que invadan su mundo privado, la necesidad de volver a su equilibrio completamente quebrado por esa invasión de dos mujeres que se presentan con hostilidad y con una gran dosis de delirio.
Si bien las tres actrices están formidables cada una en su personaje y dotando de muchos detalles a cada una estas mujeres con las pinceladas indiscutibles de Schweblin, lo que sorprende es la puesta tan creativa que propone Mariana Obersztern para transportarnos a este cuento. Sentimos la lluvia y el barro, la intromisión de ese auto en el jardín, los portazos: la puesta va atravesando diferentes espacios, juega con distintos elementos que van apareciendo frente a los ojos de los espectadores como en un juego de cajas chinas y fragmenta el espacio escénico con distintos formatos acorde a cada una de las situaciones (conviven en escena el auto empantanado, la casa de la vecina que va mutando de acuerdo al ritmo del relato y la vemos tanto desde afuera como en algunas habitaciones por dentro, las proyecciones aportando información o dos micrófonos clavados en la tierra para que se pueda desplegar el relato como si fuese un cuento de radioteatro).
Realmente Obersztern ha logrado en algo más de una hora, lanzarnos a un universo literario tan complejo como el de Schweblin con una firmeza y una efectividad sorprendentes, gracias a una puesta en escena completamente original, demostrando sacar también lo mejor de sus tres actrices, impecables trabajos de Merlino, Maja y Busnelli.
“ESE BOW WINDOW NO ES AMERICANO”
Dramaturgia: Mariana Obersztern basada en el cuento “Nada de todo eso” de Samanta Schweblin
Dirección: Mariana Obersztern
Con Mirta Busnelli, María Merlino y Vanesa Maja
DUMONT 4040 – Santos Dumont 4040 – Sábados 20 horas / Domingos 18 hs