Por Marcelo Cafferata
En las noches porteñas de la década del ‘50 una mujer sorprende haciendo trucos de ilusionismo y dejando atónita a la platea de los locales nocturnos. Se dice que Kamia fue la primera maga argentina pero no solamente ha llamado la atención por sus dotes y sus habilidades, sino sobre todo por el recorrido previo hasta llegar al mundo de la magia.
Kamia era en realidad, Delia Ingenieros, hija del reconocido filósofo José Ingenieros (también médico, psiquiatra, criminólogo, sociólogo y farmacéutico, entre tantas otras profesiones y reconocido por su libro “El hombre mediocre”) y sus orígenes se encuentran en los laboratorios, desarrollando su trabajo como bióloga. Pero a sus 33 años, decide dar un vuelco en su vida, visita al mago Wong (de nombre Juan Hoffman) muy famoso para la época y emprende su camino en el universo de la magia en donde se ha llegado a decir que fue discípula de Fu-Manchú y docente de su escuela.
La periodista y crítica teatral Leni González rescata en “MEMORIAS DE UNA MAGA” esos dos universos que confluyen en la personalidad de Delia / Kamia y estructura la dramaturgia de la obra no solamente mostrando el mundo de la biología con Delia encerrada en su laboratorio investigando y descubriendo entre partículas, bacterias y microbios, sino abrir posteriormente todo el mundo de la magia y espectáculo que asoma para Kamia y la conexión que logra con su público en cada uno de sus shows de magia.
El texto toma este hilo biográfico como un excelente recursos para preguntarse, en un primer tramo, sobre los mandatos familiares y el enorme esfuerzo que implica poder desanudarlos para perseguir el verdadero deseo para luego hablar sobre la seguridad y la valentía que implica el querer pertenecer al mundo de la magia, tan alejado de la mujer de ciencia que había desarrollado exitosamente su profesión. Se suma a todos esto, el contexto histórico en el marco del peronismo (en los años ’50 no existía una concepción donde se pudiese tan abiertamente transitar por ambos espacios –de la ciencia convencional al ilusionismo-), los mundos tan contrapuestos y una mirada de género, ya que tampoco estaba (¿ahora lo está?) tan naturalizado que esos lugares pudiesen ser ocupados por mujeres, ahí donde Kamia se constituye en una pionera femenina para ingresar en un grupo cerrado que parecía sólo reservado a los varones.
Dentro de la dramaturgia aparecen todos estos disparadores que se van trabajando a lo largo de este recorrido en el que Delia se transforma paulatinamente en Kamia, apropiándose de una nueva identidad, sobreponiéndose a sus tensiones interiores. Si bien todos estos interrogantes aparecen en la obra, se presentan en un formato algo disperso y sin que ninguno de ellos pueda ganar en profundidad, siendo todos ellos complejos sin posibilidad de ser abordados desde una sola variable.
De todos modos, el texto de González aprovecha el espíritu lúdico y el juego que Kamia establece con la platea y genera en la segunda parte del unipersonal, un contacto con el mundo del ilusionismo y del misterio muy bien desarrollado, ese con el que Kamia quedó profundamente atraída y sintió la fuerza necesaria para seguir lo que dictaba su deseo, aun cuando se opusiera a todo lo predeterminado. Aparecen entonces las narraciones en torno al particular mundo del circo y su vida nómade y trashumante, las participaciones en clubes nocturnos, los espectáculos infantiles, el aplauso y el reconocimiento.
Cecilia Meijide propone una puesta en escena que trabaja sobre varios espacios dentro del escenario (aparece como un elemento muy importante la música en vivo de Pablo Viotti) y que gana colorido y luminosidad en los actos de magia, pero que se apoya fuertemente en la figura de Eugenia Alonso, talentosísima actriz –que enfrenta por primera vez el desafío de un unipersonal- sobre la que se vertebra todo el espectáculo. Alonso se maneja tan cómodamente en el laboratorio, con precisión y naturalidad en el uso del vocabulario propio de la disciplina como en los actos de magia en los que saca su histrionismo de paseo y logra capturar la atención de la platea.
Delia dice que la magia le permite la sensación de vivir varias vidas en una, y parte de esto se refleja en el juego de Alonso como actriz que se pone en la piel de Kamia, para seguir el juego y disfrutar de una nueva vida, dentro de las tantas vidas que ha vivido en su amplia trayectoria. Salta del guardapolvo blanco al mundo de las cartas, los conejos de las galeras y los coloridos pañuelos de seda y se divierte en escena para narrar la historia de una mujer que, en medio de un entorno dominado por lo masculino, contra todo los mandatos familiares, supo llevar adelante su verdadero ser y seguir su pasión contra todos los pronósticos.
“MEMORIAS DE UNA MAGA”
Dramaturgia: Leni González
Dirección: Cecilia Meijide
Con Eugenia Alonso
TEATRO EL EXTRANJERO – Valentín Gómez 3378 – Sábados a las 17 horas.