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Por Marcelo Cafferata

El regreso al pueblo y las esquirlas que impactan frente a un retorno después de largos años de ausencia, son los temas que a Franco Verdoia le interesa explorar como dramaturgo y como autor y son como una de sus marcas registradas. Como ya había sucedido en su filme “La Chancha” y en su obra de teatro “Late el corazón de un perro” también en su nueva obra, “MATAR A UN ELEFANTE”, aparece como elemento central el impacto que produce en el protagonista (y en todo lo que girará a su alrededor) el hecho de volver a su pueblo, que ineludiblemente significa volver al pasado y hacerse cargo de algunas cuentas que han quedado pendientes.

Amadeo, artista visual que ha conocido el éxito en otras latitudes, vuelve al pueblo cordobés de su infancia y su adolescencia a cerrar un tema inmobiliario conectado con una herencia. Lo que puede parecer un simple trámite en una escribanía se terminar conectando con múltiples elementos que van complejizando esa corta estadía: el pueblo lo rechaza por una performance absolutamente incomprendida que lo ha posicionado casi como persona non grata, un maletín lleno de dinero es siempre un elemento dramático similar a una bomba de tiempo siempre a punto de estallar, su grupo de amigos que intenta por todos los medios retenerlo para que al menos pase una noche con ellos y una ahijada que lo involucra en un hecho policial.

¿Hay algo que siga uniendo a Amadeo con esos amigos? ¿Lo único que los sostiene son los recuerdos y los momentos compartidos pero ya nadie es lo que fueron alguna vez? Ahí están presentes La Pocha (Berenice Gandullo) y Julián (Gerardo Serré) para recordarle esa rutina pueblerina, esa vida de la que en cierto modo quiso huir y que hoy lo distancia casi abismalmente.

La dramaturgia de Verdoia pinta un fresco de situaciones que se nutren del humor para poder pintar a su aldea, con trazos de grotesco y de sátira en donde ver reflejadas algunas miserias del cotidiano de los personajes (todo lo referente al cumpleaños de quince de su ahijada Emilia –Julieta Lastra- al que por supuesto Amadeo no asistió es un tema en sí mismo), para construir este entorno que asfixia y atrapa a Amadeo al mismo tiempo que le resulta tenso y amenazante.  

También como un guiño a sus otras creaciones, el título también refiere al mundo animal: en este caso un elefante del circo del pueblo ha muerto y apareció con un tiro en la cabeza. Más allá de sobrevolar toda la trama y entremezclarse con la desaparición del arma de su amigo policía (Gabriel Carasso) hay una anécdota muy bella y muy profunda sobre la muerte de los elefantes por tristeza, alejados de la manada, en un acto íntimo que desarrollan naturalmente que se vincula en forma potente para permitir encontrar otra lectura a la historia.

La dramaturgia de Verdoia es interesante porque con situaciones simples y diálogos directos, propone varias capas de lectura frente a ese regreso al pueblo que es parte del pasado y parte constitutiva de nuestra propia identidad. ¿Hasta cuanto uno puede escaparse de esos retazos de memoria le son propios?

MATAR A UN ELEFANTE” se nutre de algunas metáforas como ese elefante omnipresente a lo largo de la historia, y de diálogos directos con personajes donde nos podemos espejar fácilmente, para reflejar la tensión entre ese pueblo que Amadeo dejó atrás y ciertos afectos que no puede soltar, entre las tensiones del pasado y cómo pararse en el presente.

Verdoia ha logrado una puesta precisa (a la que se suma un interesante trabajo escenográfico a cargo de Alejando Goldstein) apoyado en un sólido elenco en donde todos logran destacarse en su papel. Pero merecen una mención especial la ternura con la que Gerardo Serré compone a ese Julián que tiene ribetes disparatados (ya con sólo pensar la decisión que ha tomado para poder pagar la fiesta de 15 de Emilia ya es todo un símbolo) a los que Serré logra humanizar y hacerlo fluir con suma naturalidad y el Amadeo que Sebastián Suñé transita acompañando sus contradicciones y las presiones que atraviesa su personaje frente a lo que vive con cada uno de sus compañeros, que le dan diferentes perspectivas al personaje y que Suñé sabe aprovechar en cada una de las tonalidades. Como un enorme torbellino en escena, cada vez que La Pocha dispara alguna de sus frases, Gandullo se luce y crea a una criatura absolutamente entrañable, logrando momentos de gran humor pero también de una enorme sensibilidad.

MATAR A UN ELEFANTE

Dramaturgia y dirección: Franco Verdoia

Con: Sebastián Suñé, Berenice Gandullo, Gerardo Serré, Julieta Lastra y Gabriel, Carasso

TEATRO NACIONAL CERVANTES – Libertad 815 – Jueves a Domingos 17.30 hs. .

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