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Por Marcelo Cafferata

“O CORNO” abre su historia con los gemidos y el sufrimiento de una mujer tratando de dar a luz en su propia casa con ayuda de la partera y, como en una gran elipsis, la película terminará con otra mujer atravesando un proceso similar. Pero entre una y otra escena, la directora Jaione Camborda nos ha empujado a un universo emocional intimista, profundo y con un atravesamiento doloroso.

Ganadora de la Concha de Oro en el Festival de San Sebastián, “O CORNO” forma parte del grupo de películas instaladas en los dramas rurales, en este caso ambientado en la década del ’70, con una mirada del mundo femenino, algo diferente a la actual, unos 50 años después.

María (la coreógrafa y bailarina gallega Janet Novás sorprende en éste, su primer trabajo cinematográfico) es una trabajadora dentro de la industria pesquera, más particularmente de los mariscos,  aunque es más conocida por ser la partera del pueblo. Y siguiendo el refrán de “pueblo chico, infierno grande” todos saben que si bien se encarga de acompañar a todas las parturientas –como podemos observar en esta larga primera escena ya mencionada- también suele ayudar a interrumpir embarazos, practicando abortos clandestinos.

Camborda explora a través de María momentos emblemáticos y simbólicos en la vida humana: el hecho de dar a luz, de acompañar la llegada de una vida, mirar el bebé agarrándose por primera vez de la teta y generando vida a través del alimento y una profesión tan ligada a la sexualidad, al alumbramiento pero, en otras ocasiones, también a la muerte. La directora elige un camino directo, con pocos diálogos y prácticamente sin artificios: su poder de observación casi documental, registra cada momento sin ningún tipo de preciosismo estético que pueda distraer al espectador del núcleo central de que lo quiere contar.

Las marcas que María trae en el cuerpo y que son todo un símbolo, se hacen más presentes en un segundo acto durísimo, donde deberá huir del pueblo hacia la frontera de Portugal tras haber ayudado a una adolescente cuyo aborto no termina bien –la frontera misma, ya plantea una geografía con personajes  completamente diferentes a los de la primera parte-. “O CORNO” parece volver a empezar y convertirse en una nueva película, mucho menos luminosa y con una sensación de asfixia en personajes atravesados por el dolor y con una cierta marginalidad que les da la vida en el campo, casi alejados de todo y algo detenidos en el tiempo.

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La sensibilidad de Camborda para reflejar este universo femenino del dolor biológico de dar vida, tan alejado de lo masculino, de los hombres del pueblo que parecen permanecer  ajenos a todo esto, permite que “O CORNO” tenga una potencia interna que se va manifestando lentamente, sin más necesidad que las historias que se van plasmando en la pantalla y un enorme trabajo de Janet Novás que es pura fuerza y naturalidad. Camborda va dejando rastro de los temas que le importan sin necesidad de subrayar ninguno de ellos pero dentro de este universo femenino aparecen el sufrimiento, la estigmatización, el silencio, lo oculto, el abandono. Poco a poco el guion que ella misma ha escrito va enhebrando todos estos tópicos de una forma potente, incluso encontrando momentos de poesía y de luz, con la forma particular con la que ella elige de presentarlos: alejados de toda forma edulcorada y dulzona con la que se acompaña a la maternidad ni tampoco cargando de dramatismo ni juzgando a sus personajes con las decisiones que van tomando a medida que se desarrolla la historia, dejando que las historias fluyan en forma auténtica y sincera.

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