Tiempo de lectura: 3 minutos

Por Marcelo Cafferata

El director de las excelentes “Los lunes al sol” y “El buen patrón”, Fernando León de Aranoa, de quien se recuerdan entre sus primeros trabajos a “Princesas” “Barrio” o “Familia”, se mete de lleno en el terreno del documental para hacer un seguimiento cuerpo a cuerpo sobre uno de los artistas musicales más icónicos de España: Joaquín Sabina.

En “SINTIÉNDOLO MUCHO” ha seguido en los últimos trece años su devenir personal y profesional, combinando algunos materiales de archivo, filmaciones caseras, entrevistas, el backstage de sus shows, sus presentaciones por España y el resto del mundo, su gira con Serrat al que profesa un gran respeto y admiración… y de esta manera ir construyendo la figura de este cantante de voz aguardentosa, fumador empedernido que pone en sus letras toda su poesía pero también toda la sabiduría de la calle.

Sabina no sólo se desdobla en persona y personaje sino que además parece mostrar dos personas en uno: aquel que habla de su pasado pleno de adicciones y falto de límites que ha sabido dejar atrás, y en el presente donde hace un racconto de su vida casi sin proponérselo, sabiendo que ya tiene siete décadas en su haber y a pesar de que puede reírse de eso, evidentemente es un tema que lo hace reflexionar sobre la finitud y sobre la importancia de vivir el momento.

De Aranoa aborda estas dos facetas en un formato de documental bien clásico que, con una duración de casi dos horas, enfrenta la imposibilidad del poder de síntesis. Sabe que está frente a un ídolo indiscutible de la música, poeta y cantautor con una vida tan vertiginosa que son varias en una, pero el producto que genera, parece destinado exclusivamente a sus fans sin revelar mucho más de lo que prácticamente todo el mundo conoce.

El problema con el que debe enfrentarse el documental es un director obnubilado con su personaje: esto dificulta enormemente que pueda tomar distancia con su cámara y plantear a Sabina como un “objeto de estudio” marcando sus luces y sus sombras. Cristaliza, en cambio, una mirada complaciente y hasta condescendiente que hace que el relato pierda perspectiva, incluso con De Aranoa filmándose a sí mismo en varias escenas, en las que comparte camarines y alguna que otra charla con anécdotas y confesiones con Joaquín.

Justamente ese “enamoramiento” con el personaje hace que no se corran demasiados riesgos, se respeten cuidadosamente los desbordes sobre los que Sabina quiere hablar, confiando en la complicidad lograda en estos años de trabajo en común. De todos modos, un personaje tan inteligente como él, logra siempre sacar conejos de la galera, pero más allá de algunas situaciones puntuales (el vínculo con Serrat, el amor por los mariachis, el vínculo con su esposa) el tono narrativo es de una monotonía que deja pensando en todo lo que se podría haber explotado a una figura tan compleja y tan magnética como la de Sabina.

Poniéndolo a elegir sobre sus propios temas, muy a pesar de lo que cada uno de sus fans elegiría (hay tantos éxitos en su carrera que parece una tarea bastante compleja elegir sólo uno o dos temas favoritos), Sabina prefiere privilegiar a “Contigo” “Y sin embargo” o “Atocha”, animándose a hablar junto con esos temas, de su pánico escénico y de las tensiones previas, el miedo a quedar en blanco, que aparece inevitablemente antes de comenzar  cada nuevo show.

SINTIÉNDOLO MUCHO” gana sobre su tramo final, en las reflexiones más profundas, dejando atrás tiempos alocados de drogas y desbordes (que Sabina jura haber abandonado) y abriéndose a su vida de pareja con Jimena, y recordando como habitantes del pasado a las noches madrileñas, la sabiduría de la calle y los excesos. Con 70 años sólo quiere orgullosamente ser un viejo verde… y como siempre, logra su cometido.

Compartir en: