Por Marcelo Cafferata
Si bien ha realizado algunas películas de ficción, Diego Recalde vuelve al terreno del documental: un terreno en el que pone su propia impronta, con su formato que mezcla una pregunta de investigación con mucho humor, logrando un trabajo alejado de lo formal y de lo contracturado. En este caso ha elegido abordar un entrañable personaje del inolvidable Fernando Peña: Martin Revoira Lynch, una de las criaturas más aclamadas de su galería en donde podíamos encontrar a Milagritos López, Palito, Mario Modesto Sabino, la Mega, Roberto Flores o Rafael Orestes Porelorti, entre tantas otras creaciones.
Como si fuese una mezcla perfecta de sus trabajos documentales anteriores en donde abordó la figura de Tangalanga a lo largo de tres películas y luego “La Trans de la Patria”, Recalde parte de la figura de este personaje icónico del programa de radio para comenzar a internarse en algunas preguntas que van apareciendo a medida que avanza sobre su objeto de investigación.
Lo que comienza siendo un homenaje a Peña y sus personajes, no es más que el disparador y el puntapié inicial para comenzar a ver, por ejemplo, cuáles fueron los otros humoristas, actores o actrices que han utilizado la famosa “papa en la boca” para poder componer a los personajes de clase alta. Es así como aparece la inolvidable Mónica Bedoya Argüeyo de Niní Marshall, el estereotipo representado en Marcela López Rey y las apreciaciones de un hombre de teatro como Oscar Barney Finn.
Recalde va hilvanando discursivamente algunas de sus hipótesis de trabajo que giran alrededor de las clases sociales, los terratenientes y el campo, los deporte de clase alta como los clubes de rugby de San Isidro o la crianza con maestras inglesas que muchas familias pudientes prefirieron llevar a cabo para preservar a sus hijos de tener que asistir al colegio en pleno adoctrinamiento peronista en el ’54 / ’55.
Es interesante el cruzamiento que hace el documental de la mano de la historiadora María Sáenz Quesada con una época en donde los libros de texto escolares enarbolaban la figura del Líder y de Eva, mientras crecía fuertemente el movimiento antiperonista.
La ridiculización propia de Peña con su incorrección política, feroz e irreverente para lanzar sus dardos sobre la clase alta, se espeja con aquel humor intelectual de Landrú en “Tía Vicenta” y permite ir viendo como los sectores sociales fueron construyendo sus propios arquetipos. Recalde logra ir concatenando los temas de forma tal que casi sin solución de continuidad pasamos de los movimientos sociales y las diferencias de clases a las colegialas en la Quinta de Olivos en plena época peronista y las denuncias de estupro que pesaron sobre el general, en el testimonio de Aline Meyer.
Otro gran personaje del documental es Javier de Nevares, última pareja de Fernando Peña que ayudará a (re)construir los últimos años de su historia y algunas anécdotas particulares de su vida personal y profesional –entre otras que Fernando odiaba a ese personaje que satirizaba con suma mordacidad a una clase a la que su propia familia y él mismo habían pertenecido-. De Nevares habilita el juego desde su propio personaje a la conexión que Recalde plantea con otras temáticas colaterales que aborda el documental.
Creativo, siempre divertido y con una gran capacidad de juego para ir conectando temas hasta terminar encontrando eslabones perdidos en el planteo de sus hipótesis e investigaciones, Recalde con “MARTIN REVOIRA LYNCH, la papa en la boca” vuelve a poner el documental en un lugar alejado del didactismo y más cercano a lo lúdico, nuevamente sumergiéndose en la historia reciente de nuestro país desde la excusa más simple y el detalle menos pensado.