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Por Rolando Gallego

La Uruguaya, de Ana García Blaya, adapta la novela best seller de Pedro Mairal, con quien hablamos para saber más detalles del relato.

-Te pregunto, ya que ahí tenés el libro reeditado con la foto de la película ¿Qué sentís cuando esto pasa? Ahora ya es otro libro…

-Es otra etapa y también es otro libro porque la película llega a dialogar con el libro. Ese es lo que más me interesa de la película, que le contesta el libro casi. Mi novela tiene una mirada muy masculina, subjetiva más porque está dentro la cabeza de él, todo está conectado desde él, y la película abre eso. Hace como un contraplano, digamos, se pone del otro lado y aparecen voces femeninas. Entonces ahí, creo que lo que más me gusta es que parecía llegar la película para ampliar la novela un poco. Abre puertas que yo no había pensado.

-Y ahora los personajes están caminando en la tapa…

-Me parece increíble. Nunca me hubiera imaginado que iba a pasar todo esto. Jamás.

-Porque en realidad vos ya tuviste oportunidad que en otros momentos se adaptaron, historias tuyas, pero acá es como si fuera algo complementario, uno puede leer el libro y llevar una idea, y uno ve la película, y es otra cosa. Más allá que está la esencia…

-Sí, hay una esencia ahí en común, y que fue importante para los guionistas mantener la esencia del libro. Pero es un cambio de lenguaje. Pasas de la palabra a la imagen, y la imagen cuenta las cosas de otra manera, otra velocidad, in pantallazo de 20 segundos, menos de 5 segundos, te dice un montón de cosas y quizá en una novela hacer eso te lleva a varias páginas. Entonces son distintas las velocidades de comunicación del cine y de la literatura. La literatura es muy buena para transmitir intimidad. Lo que está pasando adentro de la cabeza de un personaje, lo no dicho, lo que no sale para afuera. Y el cine es muy bueno para mostrar lo que sale para afuera, la acción. Entonces, encontrar ese equilibrio en una historia que es tan íntima como esta y sacarla para afuera fue un desafío enorme. Y fue un desafío de los guionistas y yo participé muy lateralmente ahí. Estuve en el idioma pero los dejé hacer porque yo no sé mucho de cine, la verdad.

Digo, pero es una película en la que acompañaste, a diferencia de otras, como todo ese proceso, ¿no? ¿Qué pasaba cuando iban apareciendo los rostros de los personajes, la directora? Digo, algo que era una idea pero después se fue concretando paso a paso todo eso.

-Sí. Bueno, de entrada la posibilidad de que la película le hiciera a Ana García Blaya me encantó porque yo había visto Las buenas intenciones, una película que justamente te hablaba de la intimidad. Esa película de Ana tiene la intimidad enorme, la intimidad de una familia antes de una ruptura, de un viaje, y me gustó tanto la película que lo llamé a Hernán Casciari y a Chiri Basilis y les dije que sí, que me parece que tenía que ser Ana. Entonces se fueron alineando los planetas, porque en el cine pueden salir muchas cosas mal. Yo por eso no me dedico al cine, porque soy un poco control freak. Me gusta usted controlar las cosas que pasan en la página. Pero en esta película se alinearon los planetas y apareció Ana para hacer eso. Apareció Fiorella Botaiolli que le pone una cara. Ahora es un personaje que no estaba muy dibujado por mí. Entonces aparece y se adueña de un personaje. Y Sebastián Arzeno también. Fue todo una gran sorpresa, gran sorpresa, y como te digo, sabiendo que pueden salir tantas cosas, fue un proceso lindísimo y además yo participé en los rodajes, mirando los castings también, estuve muy adentro de esta vez, en Una noche con Sabrina Love, no, pero esta vez estuve muy metido adentro, sabiendo que tenía que soltar.

-¿Sabías que tenías que soltar la novela para que ellos la adaptaran? Si viniera una próxima, ¿te gustaría que fuera, digamos, como este proceso?

-Sí, sería buenísimo sobre todo porque me parece que el sistema de la comunidad, un tema de negocios de productores asociados, un crowdfunding enorme. Creo que esa comunidad aportó muchísimas cosas. Por ejemplo, uno decía, yo tengo una oficina multivideo de donde se puede filmar la escena. Yo tengo una camioneta, que no sé qué. Yo tenía miedo que fuera una gran reunión de consorcios donde terminaran todos de las patadas. Y que La Uruguaya y esta etapa no existiera.

-¿En algún momento se te cruzó eso?

-Sí, porque el cine suele ser como un proyecto que tiene por el camino. Siempre empieza con un proceso faraónico y después termina todo medio chiquito o sin hacerse. Entonces es increíble que se haya completado todo esto y que haya salido tan bien. Y creo que en parte es la capacidad que tiene Hernán Casciari para trabajar con una comunidad, con un grupo de gente que quiere hacer cosas, eso es una energía, un músculo, y saber administrar eso, saber encauzar eso para que la gente no se mate, que cada uno haga lo que sabe hacer bien, y encontrar a Ana para coordinar todo eso, y a Ana encontrar su equipo, todo eso era indispensable.

-Ahí me decías, bueno, yo no hago cine, no sé de cine, pero digo, ¿esto te despierta, por ejemplo, ganas de escribir un guión? ¿Algo que no tenga que ver específicamente con algo que ya hayas escrito que estés por escribir y que sea una historia para el audiovisual?

-No, durante todos los 30 años que llevo escribiendo, las veces que escribí guiones hay algo que no me satisface mucho y te voy a decir por qué, porque el guión, como su nombre lo indica, es una lía que después se tira, claro. Y como yo creo en la palabra, yo creo que un libro es una cosa terminada. Yo lo que quiero hacer es eso, quiero hacer mi historia, que este libro sea una cosa en sí. Si además eso se adapta a película, bienvenido sea, colaboro, me encanta. Pero para mí lo que yo escribo es algo en sí mismo, no es una guía para otra cosa. Por eso creo que no tuve experiencias. Tuve buenas experiencias como guionista, pero son mucho más lindas que mis experiencias. Escribiendo narrativamente, digamos. Haciendo cosas que desembocan el libro.

-¿Y nunca imaginando bueno este va a ser una película en algún momento?

-No, de hecho, si yo hubiera imaginado que La Uruguaya era una película, lo hubiera escrito de otra manera, porque hay muchísimos monólogos interiores. O sea, el cuento del tipo que viaja por el día, a Montevideo, a buscar plata y conversarse con Guerra, es una parte muy chica de la historia. La historia es la estupidez que hizo ese día. El cine no necesita alguien que está pensando, necesita alguien que hace. Por eso te digo que quizá hubiera escrito otra cosa.

-¿Te gustaría que se adapte otro libro tuyo?

-Bueno, hay algunas ideas para hacer El año del desierto, que es una novela mía, en general lo que me dicen es que sería cara, porque sería medio miniserie, o sea una serie, y tiene un costado medio histórico, porque el tiempo va para atrás y termina habiendo malones, y hacer el malón es caro. Como muy bien lo muestra la película de Carlos Sorin, La película del Rey.Un tipo que gira en torno a la cama de un caballo.

-¿Vos hasta ahora estás conforme con cómo se adaptaron tus libros en cine?

Sí, sobre todo con La Uruguaya me encanta. Y te digo, por Una noche… también, pero me llevó un tiempo llegar a la cuenta de que Alejandro Agresti tenía que cambiar la novela, a los 28 años, para mí fue terrible, porque el director hace su historia. Me llevó de los 28 a los 52 años, mucho tiempo, aceptar eso y entenderlo cabalmente, no como una idea. Realmente saber qué es lo que yo hago, qué es lo que sé hacer, qué es lo que hace el cine, cuáles son sus velocidades de comunicación, sus reglas y el hecho de que el cine no controla las cosas.

-Contame, ¿cómo sigue el año de trabajo?

-Bueno, estoy por sacar un disco con Rafa Otegui, que es mi socio y estoy escribiendo algo largo. Pero no puedo contar mucho eso porque se le va el gas.

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