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Por Marcelo Cafferata

Después de “La luz incidente”, Ariel Rotter vuelve a la pantalla grande con “UN PAJARO AZUL” otro relato con gran profundidad psicológica volviendo a ahondar en el dolor y a esos momentos de quiebre y de vulnerabilidad emocional.

Dentro de los tres capítulos en los que se divide la historia, “El hijo” “El padre” y “La madre”, Rotter trabaja sobre un modelo arquetípico para deconstruirlo. Sus personajes que, a simple vista, parecieran tener la vida perfecta vistos con los ojos del afuera, internándose de lleno en su privacidad, aparecen sus imperfecciones, su vulnerabilidad, sus desaciertos, sus propios fantasmas.

La pareja de Javier y Valeria está atravesando un tiempo de cambios: una mudanza y una nueva casa. “UN PAJARO AZUL” demostrará, a través de las primeras escenas, que una casa no es lo mismo que un hogar y, hoy por hoy la pareja no puede formar un hogar: la imposibilidad de tener un hijo, la frustración de seguir intentando tratamiento tras tratamiento los atraviesa, pero el amor que sigue sosteniéndolos, hace que sigan intentando.

Pero pronto una noticia lo atraviesa a Javier como un rayo: Camila, una compañera con la que tuvieron sexo ocasional en un viaje de trabajo le dice que está embarazada. Javier parece quedar paralizado, atónito, desorientado. Finalmente toma la decisión de no guardar ningún secreto, pero una vez que se dispara el drama y el dolor, otra posterior noticia pone más en crisis todo lo acontecido. Javier se desmorona, se desarma, no puede recomponer sus piezas, no puede hacer pie en nada, hasta comienza a dispersarse en su trabajo porque le resulta imposible encontrar algún espacio de equilibrio frente a este terremoto interior.

Aparecen todos los repliegues en una pareja que parecía tener todo un tiempo positivo por delante y queda impregnada por el reproche, los fantasmas del pasado, la traición, la incomprensión y el dolor.

Por su parte, Javier se refugia en la casa de su padre (excelente Norman Briski, como siempre) y vuelve a ocupar su lugar de hijo en un momento de extrema inestabilidad, en donde lo invaden los recuerdos y vuelven a aparecer algunas tensiones del pasado por donde Rotter (y su co-guionista Federico Pintos) puede trabajar sobre el tema de la ausencias, entendiéndose no sólo como espacios de vacancias de lo que no se pudo dar sino también como ese espacio vacío que aparece entre lo que los personajes esperan y lo que realmente sucede

El guion tiene la plasticidad de poder penetrar en el interior de los personajes y plantear conflictos éticos y personales profundos, sin necesidad de intelectualizar los diálogos, ni recurrir a ningún artificio. Desde las primeras escenas conecta directamente con las emociones y la crisis de los personajes desde un punto de vista natural, sin subrayados.

Para los personajes de Valeria y Javier, Rotter cuenta con una pareja que entrega actuaciones plenas de honestidad que empujan mucho más al espectador a la tensión dramática de la historia (que de todos modos encuentra momentos de humor y de comedia). Ella es Julieta Zylberberg desplegando una vez más todo su talento y su histrionismo, luciéndose sobre todo en los momentos en que Valeria estalla y se enfrenta a su realidad.

Alfonso Tort como Javier logra momentos de verdadera angustia en su mirada, esa incertidumbre que azota al personaje que no sabe qué hacer y se enfrenta a un conflicto profundo para resolver. Tort le presta el cuerpo y la máscara a una de sus mejores actuaciones, sumando a sus excelentes trabajos recientes en “Las intemperies” y “Temas Propios”.

Pero “UN PAJARO AZUL” cuenta además con un dream team de secundarios entre los que se destacan, aún en pequeños papeles y no muchas escenas, Susana Pampin (impecable en su papel de gélida jefa del equipo editorial), Romina Paula como Camila, Alejandra Flechner y Horacio Roca como los padres de Valeria, Eugenia Guerty como la obstetra y María Villar y Mariano Sayavedra como los compañeros de oficina.

Con un hermoso tema musical de cierre junto a los títulos, esta nueva película de Ariel Rotter demuestra lo doloroso pero posible de enfrentar los cambios de estación, pasajes a veces inesperados, pero absolutamente necesarios.

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