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Por Marcelo Cafferata

Liliana Paolinelli que ha tenido una trayectoria interesante en sus trabajos de ficción (“Lengua Materna” “Amar es bendito” “Márgen de Error”) presentó hace dos BAFICI atrás su incursión en el género documental con un particular espacio geográfico que se genera en “El Baldío”.

En este caso presenta “UN HOMBRE QUE ESCRIBE”, una simple entrevista realizada a Abelardo Castillo por María Moreno y Mayra Lenciñana que se convierte en un potente documento gracias a la figura de uno de los escritores más importantes de su época, en la que no solamente habla de su  trabajo vinculado con el mundo literario (se define a él mismo justamente como “un hombre que escribe”) sino que por sobre todo crece en su particular cosmovisión de su propio mundo.

Como cita el propio Castillo respecto de Oscar Wilde, en una entrevista lo más importante no son las preguntas sino las respuestas: y por lo tanto, Paolinelli (junto con un excelente montaje de Liliana Moriconi) profundiza con su cámara cada uno de los temas que se abren frente a las lúdicas e inteligentes intervenciones de este escritor impar que, incluso en algún momento, juega a generarse sus propias preguntas sugieriéndole a la entrevistadora alguna intervención para que él se explaye sobre el tema de sus Diarios, con un notable sentido del humor que atraviesa genuinamente todo el documental.

Abelardo Castillo habla abiertamente de su “fobia” a los viajes (tiene una amplia justificación de porqué no siente la necesidad de salir muy lejos de casa, y deja esa experiencia para los amantes de irse lejos para poder vivenciar lo que él disfruta tranquilamente desde la comodidad de su casa), de situaciones tan extremas como su experiencia con el alcohol a la que aborda de una manera tan honesta como respetuosa para atravesar sus adicciones en general (los cigarrillos, a los que también dejó y la escritura, única a la que por suerte ha seguido aferrado mucho tiempo más), habla de su vínculo con Sylvia, de algunas cartas de amor adolescente, aquellos encuentros en el Café Tortoni o en el Café de los Angelitos y de su debilidad por los cuentos que es indudablemente el género donde más cómodo se siente.

Su narrativa ha sabido combinar una mirada realista con toques de surrealismo ha explotado temas tan profundos como la soledad, la desesperación, el desamor y la muerte y Paolinelli en “UN HOMBRE QUE ESCRIBE” rescata, para placer de sus lectores y admiradores y mucho más todavía para que puedan descubrirlo aquellos que aún no lo conocen, todo ese universo abelardiano que toma una profunda fuerza porque esta trazado por su propia voz. Y Paolinelli inteligentemente decide solo basarse en estas entrevistas dejando que su pensamiento invada la pantalla sin necesidad de convocar otros testimonios para construir su figura y su pensamiento.

La cámara se posa azarosamente en algunos fragmentos de sus Diarios y a partir de allí comenzamos a sumergirnos en su universo en donde Castillo habla sobre su oficio, sobre su función “docente” con sus estudiantes en el taller literario, sobre el propio proceso de la escritura y analiza en profundidad la importancia de la reescritura y del tiempo en el que se pulsa la narración y al mismo tiempo cita a aquellos autores que admira, que fueron su inspiración y pícaramente oculta algún texto que algún le queda por leer.

Toda esta reseña está escrita en presente (a pesar del fallecimiento de Abelardo Castillo en 2017) no sólo porque el documental lo muestra lúcido, vivo y radiante a sus más de 80 años y le da una impronta absolutamente de aquí y ahora, presente sino porque además los textos que la cámara recorre nos dan ganas de zambullirnos en su literatura (por primera vez o una vez más) resultando que vive y sigue tan vigente a través de sus textos y sus reflexiones. Uno de los tantos méritos de “UN HOMBRE QUE ESCRIBE”, además de dejarnos un retrato único escrito en primera persona, es el de invitarnos irresistiblemente a tomar los textos de Castillo y recorrerlos uno a uno, (re)viviendo toda su obra.

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