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Por Rolando Gallego

Apasionante relato en el que se revelará cómo un grupo de hombres blancos intentará apropiarse de las tierras y riquezas de un grupo de habitantes originarios. Una de las primeras escenas de Los asesinos de la luna muestra una ceremonia ancestral en la que se entierra un objeto.

Esa maniobra desencadenará el descubrimiento de un capital sorpresivo que cambiará el destino de un grupo de habitantes de Osage County, Oklahoma, y que redefinirá las dinámicas de poder dentro del lugar.

Allí William Hale (De Niro) recibirá a su sobrino Ernest (DiCaprio) a quien le encomendará una serie de acciones, incluyendo que se case con Mollie (Gladstone), integrante de una de las familias originarias, que, a simple vista no tendrían consecuencias, pero que, claro, con el correr del tiempo, se desencadenará una verdadera tragedia de la que nadie saldrá ileso. Rodada con pericia y belleza, arrancando con la celebración del petróleo sobre los cuerpos danzantes, un falso documental en blanco y negro desarrollando la opulencia del pueblo y la vida que adoptan, continuando con una narración clásica que permite explorar en profundidad el momento histórico y sus personajes.

Una celebración cinéfila para volver a las salas y seguir creyendo en Scorsese como uno de los máximos directores de todos los tiempos, quien, más allá de alcanzar la gloria con clásicos inoxidables, sigue apostando a la autoría y la perfección.

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