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Por Marcelo Cafferata

Alejado de los potentes retratos personales que logró en “El Profes1on4l” (sobre Raúl Perrone) o en la brillante “Mujer Nómade” (sobre Esther Diaz), Martín Farina retoma el retro intrafamiliar que ya había desplegado en “El lugar de la desaparición” y que cierra la trilogía familiar abordando en este caso la historia personal de Francisco y Sol que fueron criados en una comunidad religiosa llamada La Familia Internacional.

Farina coquetea nuevamente sobre la delgada línea entre ficción y documental -que es justamente el juego que más interesa en este tipo de trabajos-, para recuperar el pasado a través de los recuerdos, los que precisamente estarán teñidos de todo tipo de subjetividades de acuerdo al personaje que cuente la historia.

Si en su trabajo anterior hablaba sobre la herencia en el sentido más concreto de la palabra, en este caso, lo heredado marca la supervivencia y lo que ha quedado impregnado en el alma familiar tras una experiencia, en cierto modo, traumática. El relato navega entre lo íntimo, lo familiar y lo personal, pero en ningún momento logra captar fuertemente el interés, quizás demostrando que dentro de toda familia hay una historia, pero que no todas esas historias pueden convertirse en una buena película.

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