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Por Marcelo Cafferata.

Para los que solemos consumir cine y teatro pero no somos tan adictos al mundo de las series, “MANUAL DE SUPERVIVENCIA” nos sorprende gratamente y plantea una honrosa excepción donde, apenas iniciado el primer episodio, no podemos soltar esta primera temporada hasta que no lleguemos al final abierto que plantea su octavo capítulo.

En tan solamente estas ocho entregas de media hora, Victoria Galardi –que escribió el guion junto a  Paula Schiselman- cautiva y atrapa con esta primera serie argentina producida para la plataforma de streaming de Movistar, con una pequeña historia excelentemente contada.

En el centro de la escena tenemos a Esteban (Esteban Bigliardi) que, pasados sus 40, decide alejarse de su profesión -abandonando su trabajo exitoso y formal en el estudio de abogados de su padre (perfecto Abian Vainstein)-, volcándose a su verdadero deseo de ser actor, una profesión inestable, bohemia, opuesta al mandato familiar y sobre la que él mismo duda de tener el talento suficiente como para poder triunfar en el medio.

Quizás porque el propio Bigliardi ha atravesado el mismo derrotero y le imprime un sentido autobiográfico que suma puntos para la propuesta construyendo su personaje con una absoluta convicción y sinceridad, o quizás por la inteligencia y la sutileza con la que está escrita, “MANUAL DE SUPERVIVENCIA” es un producto atípico, novedoso y sumamente disfrutable desde las primeras escenas.

La historia escrita y dirigida por Galardi en su primer trabajo para la televisión (luego de sus películas “Cerro Bayo” “Amorosa Soledad” y “Pensé que iba a haber fiesta”)  acierta en su particular mirada que por momentos se muestra compasiva y por momentos atravesada por un humor despiadado y feroz frente a las diferentes situaciones que atraviesa el personaje central, en una crisis total que empaña casi todos los aspectos de su vida.

No solamente está quebrado por su rotundo su cambio profesional sino que además ha atravesado recientemente la separación con su novia (Violeta Urtizberea) que lo había abandonado frente a una posible beca para desarrollarse como artista en el exterior y el peso omnipresente de la muerte de su madre que parece todavía no haber podido procesar.

Y en medio de esa crisis recordará más de una vez las palabras de su psicólogo –casi a modo de homenaje-  sobre estar muerto en vida y postergando los deseos, frase que será justamente el disparador para que Esteban tome el impulso necesario y salga de su propia zona de confort, cambiando el rumbo de su vida en medio de este impensable “volantazo”.

Obviamente que esa transición no será nada fácil y enfrentará diferentes situaciones y dificultades propias de este paso del mundo legal al universo de la actuación y que serán, justamente, el centro de cada uno de los capítulos en donde aparecerán personajes secundarios genialmente retratados por la pluma de la dupla Galardi / Schiselman.

Este deseo de Esteban de encontrar un lugar donde desarrollarse profesionalmente como actor, le permite a Galardi poder desplegar una mirada cómplice y autoreferencial sobre el mundo de los artistas y, de esta manera, poder reírse del propio medio.

Posará su mirada mordaz, más particularmente, sobre la tiranía de los castings con su dedocracia y el manejo donde ciertos contactos vinculantes están siempre presentes y aparecen los favores que se deben entre “amigos” del medio, al que se sumarán luego el mundo del cine y del teatro independiente.

En cada uno de los micromundos, Galardi pone su pluma inquieta y el guion nos regala personajes secundarios brillantemente construidos, llenos de matices y carisma propios, que desarrollan pequeñas historias dentro de la historia, que parecen escapados de la dramaturgia teatral de Mariano Pensotti o de Santiago Loza o nos recuerdan al cine de Martín Rejtman o algunos de los primeros trabajos de Daniel Burman.

Comparten toda esa frescura, la espontaneidad y lo desopilante de algunas situaciones que atraviesan, pero por sobre todo, cuentan con ese decir tan  nuestro que permite que nos identifiquemos  fácilmente en cada línea de diálogo –y de esta manera, desmarcarse de cualquier otro producto de streaming y generar una potente diferencia respecto de cualquier otra serie- y poder ver estas situaciones a través del cristal de un humor lleno de ironía y acidez, sin perder en ningún momento una mirada tierna y compasiva para con las obsesiones, las neurosis y el costado más egoísta y menos agradable de cada uno de los personajes.

Así desfilarán una inolvidable representante artística compuesta por una genial Susana Pampín , un director de teatro independiente frente a los nervios del estreno y preso de lo que opinan los medios sobre su trabajo en la piel de Martín Piroyanski, un actor montado en su ego y completamente falto de principios al que Esteban intenta pedirle ayuda (divertido arquetipo a cargo de Daniel Hendler) y un delirante paso de comedia en una filmación donde asistente y director (Julieta Vallina y Walter Jacob) deberán negociar un contrato para un doble de cuerpo frente a las exigencias y las inseguridades del actor protagónico.

A este rompecabezas que propone “MANUAL DE SUPERVIVENCIA” podremos sumarle a Eli, una compañera de terapia que no sabe cómo lidiar con su reciente maternidad y acepta gustosamente que Esteban quede al cuidado de su beba (Dolores Fonzi), la viuda del terapeuta que reparte en pleno velorio sus tarjetas profesionales para instigar a los pacientes a contratarla en memoria de su ex marido (desopilante personaje al que Eugenia Alonso sabe sacarle excelente provecho), un vecino que se rehúsa a devolver la cochera sobre la que cree tener derechos (una criatura odiosa y abusiva en un tono  que Osmar Núñez maneja a la perfección) y también a la maestra jardinera que se siente atraída por Esteban (a cargo de Julieta Zylberberg) para completar una galería de personajes secundarios tan brillantemente escritos e interpretados que marcan absolutamente una  diferencia respecto de cualquier otro producto dentro del género.

Una destacada mención también para esa medio hermana que compone Pilar Gamboa con su manojo de nervios siempre a flor de piel, navegando entre la crisis, la desesperación y un amor filial que respira una inmensa ternura y la participación de Verónica Llinás, impecable, como siempre, en el capítulo que cierra esta primera temporada.

Por su parte, Bigliardi tiene el physique du rol perfecto y todos los condimentos que su protagonista necesita para cada una de las situaciones que va planteando el guion, en este derrotero personal que deberá atravesar para jugarse por lo que siente y lo que cree válido para su vida, en este momento tan particular.

Atractiva, fresca, diferente, ingeniosa, son algunos de los adjetivos que definen a esta novedosa propuesta de “MANUAL DE SUPERVIVENCIA” que deja la vara muy alta tanto en las actuaciones y en el armado de los personajes como en un guion que se nutre con diálogos inteligentemente hilvanados que saben manejar la ironía, una mirada sarcástica y dejar que esos personajes, tan cerca del patetismo y el desequilibrio emocional, suenen queribles y nos dejen con ganas de saber mucho más de sus vidas, apenas termine el último capítulo de esta primera entrega.

Altamente recomendable, la gran sorpresa de esta temporada.  

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