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Por Ariel Benitez.

Luego de la primera y exitosa temporada estrenada en 2019, escrita, dirigida y actuada por el humorista británico Ricky Gervais, (creador entre otras, de The Office. Si no la vieron, favor de revisar), llegó a Netflix la segunda entrega con seis capítulos bajo la misma premisa: el dolor.

After Life mantiene en cada episodio, el tono de humor negro y la sensación de que Tony, el personaje de Gervais, se tirará debajo un tren a la vuelta de la esquina. Después de la primera y buena temporada, daba la sensación que el protagonista dejaría atrás la depresión post mortem que lo devasta y comenzaría a transitar por algún sendero más optimista y en una mínima parte lo logra.

El cinismo hacia sus colegas y personas que lo rodean desaparece, una faceta solidaria asoma, aunque sigue viendo cada mañana videos de su esposa Lisa (Kerry Godliman) en pleno tratamiento dándole consejos sobre cómo vivir.

Así las cosas, los personajes secundarios son los que le dan una pequeña brisa de aire fresco a la trama y a Tony: un día, Sandy (Mandeep Dhillon), la periodista más nueva en la redacción celebra su cumpleaños; en otro, Matt (Tom Basden), el jefe y amigo del diario en la Gaceta de Tambury revela que se está separando y por un minuto toma el lugar del más deprimido en la sala del mismo analista; o vincula a su cartero (Joe Wilkinson) con la trabajadora sexual (Roisin Conaty), que lo visita para que ambos dejen de estar tan solos.

Tony lo afirma en distintos momentos, quiere seguir en ese “Día de la marmota” constante, es decir repetir las rutinas, dejarse llevar por la angustia. Las situaciones cotidianas suceden sin más que la buena noticia de un día más de vida y es según sus palabras, más leve el sufrimiento. El desgaste de la rutina y el camino que su protagonista recorre sin cambios, hacen que la serie se torne más predecible que en los primeros seis episodios y ahí es donde falla.

Aunque se preocupe por mejorar la vida de los demás y con pequeños actos sus afectos lo ayuden a él, quizás lo que tenga de malo esta segunda temporada (que ya tiene confirmada una tercera), es que es similar a lo que vivimos en nuestras vidas en momentos duros como los que le toquen vivir a Tony: aunque nuestros amigos y compañeros nos consuelen y a la noche nos tomemos una botella de vino para tratar de olvidar, a la mañana, el vacío y el dolor siguen ahí. 

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