Tiempo de lectura: 3 minutos

Por Marcelo Cafferata

COMPETENCIA OFICIAL ARGENTINA

Si hay un director lúcido, crítico y reflexivo que ha trabajado en forma permanente por poder contar historias que giran alrededor de historias de amor homosexual (masculinas) en el cine y que le han dado una indudable marca de autor en su filmografía, ese es el cine de Marco Berger.

Y siempre es bienvenido en el ámbito de un festival como el BAFICI poder ver su nueva película, aunque debo confesar que, siguiendo su filmografía, cuesta ver ahora “LOS AMANTES ASTRONAUTAS” luego del interesante punto de inflexión que había logrado en su filmografía con obras como “Un Rubio” (2019) y “El Cazador” (2020), sin encontrarle demasiados puntos de contacto con sus primeras historias.

Luego del salto a personajes con un mundo más adulto y tocando otras temáticas como la paternidad como pasaba justamente en “Un Rubio” –particularmente uno de sus films más maduros y más logrados-, Berger elige volver atrás en el  recorrido para narrar una historia que presenta grandes similitudes con sus primeros largometrajes en donde la tensión sexual entre dos personajes se sostenía durante toda la película, y esa consumación que parece dilatarse en el tiempo, llegó a ser una vuelta de tuerca y una marca registrada propia de Berger para contar una historia de “chico conoce chico” con un estilo fuertemente personal.

Algo de “Plan B” “Hawaii” e incluso de “Taekwondo” sigue flotando y está muy presente en la historia de Pedro y de Maxi en “LOS AMANTES ASTRONAUTAS”: Pedro y Maxi vuelven a encontrarse en el contexto de unas vacaciones en un espacio de playa y de mar en donde se había conocido siendo niños. Obviamente una de las marcas más importantes que recorren los personajes es justamente ese paso del tiempo en donde Pedro, ahora, no tiene problema en volver al pueblo con su historia gay totalmente blanqueada, situación que despierta en Maxi algo más que una simple curiosidad.

Maxi comienza un juego de seducción consensuado como una excusa para darle celos a su (ex) novia, pero pronto el vínculo se va complejizando. Nada es tan claro ni tan simple y poco a poco se va develando una tensión sexual y un juego de seducción entre ambos que siempre juega al borde del chiste con doble sentido, de las frases con connotación sexual y con un limite que parece no animarse a traspasar del todo.

No hay otro cineasta que pueda manejar esa tensión sexual no resuelta como lo hace Marco Berger. Va cocinando a fuego lento la receta donde poco a poco va sumergiendo a los personajes en un juego sexual en el que irremediablemente quedan atrapados.

Particularmente en “LOS AMANTES ASTRONAUTAS” la cámara abandona ese recorrido tan marcado  de los cuerpos y las desnudeces que es otra de las marcas de autor de Berger, para poner el acento en lo que se actúa y en lo que se dice(n): en la esgrima verbal de los personajes y en ir jugando a desafiar los límites con propuestas que se verbalizan como intenciones y posibilidades con las que todo el tiempo los personajes alardean, como forma de preparar el terreno propicio para pasar a la acción, pasar de la palabra al acto. Atravesar el miedo y los prejuicios que todavía hay que romper.

En este caso Berger cuenta con dos protagonistas completamente dispuestos a la danza sexual / sensual que les propone y tanto Lautaro Bettoni (“Temporada de Caza”, “La fiesta silenciosa”) como Maxi y  Javier Orán (“El palacio entre las nubes” “Antes de la erupción”) como Pedro, construyen dos personajes completamente creíbles y logran ponerse al hombro esta historia que les permite pasar por las diferentes capas que se van develando a medida que cada uno avanza sobre el terreno en el que el otro parecía sentirse completamente seguro y donde aparece la fragilidad, la incertidumbre y, por supuesto, el amor.

Compartir en: