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Por Rolando Gallego

Un realizador habitué del BAFICI es sin dudas Nanni Moretti, visitante, además, en varias oportunidades y uno de los más lúcidos cineastas italianos, que saben dialogar, con inteligencia, con temas emergentes y cuestiones del pasado que habitan nuestras vidas.

En esta oportunidad en Tre Piani, construye un relato coral en donde el edificio al que alude su título, de tres pisos, le permite explorar la vida de un grupo de personas que deben enfrentarse a vicisitudes inesperadas para sus vidas y sus cuestionamientos morales.

Así, paso a paso, Moretti nos lleva a conocer a un estricto Juez y su mujer, quienes “padecen” a un hijo fuera de los estándares morales que ellos poseen, un matrimonio que debe vivir una doble situación extrema, el posible abuso por parte de un senil vecino de su hija, y una acusación por estupro, que socava los cimientos de la pareja, como así también una joven madre que debe hacerse cargo sola de su pequeña hija mientras lidia con el odio y el rencor de su esposo para con su hermano.

Dividida en una suerte de episodios marcados por la transición de cinco años entre sí, esas elipsis posibilitan, además, el reflejar el paso del tiempo en la sociedad italiana, que con una fuerte pregnancia de estructuras anacrónicas y el machismo, debilita lazos frente a situaciones inesperadas que requieren una revisión ética y moral, en tanto que determinan para siempre los vínculos y lazos sanguíneos y fraternales.

Si bien por momentos el director abusa de golpes bajos y la excesiva utilización de una banda sonora que apunta a la emocionalidad, las logradas actuaciones del elenco, y el desarrollo de cada uno de los personajes, nos ponen frente a un trabajo muy maduro del realizador, que cala hondo en el espectador y del cual saldrá con muchas más preguntas que respuestas sobre qué es ser padre, qué es ser hijo, podemos odiar a nuestros padres, podemos odiar a nuestros hijos, y, principalmente, enfrentarnos a nuestras propias miserias.

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