Por Marcelo Cafferata
Sólo ese amor incondicional de madres (padres) a hijos puede hacer que uno se cruce literalmente al otro lado del mundo para recibir un abrazo y vivir ese reencuentro único, después de meses de no verse. Carola Reyna se pone en la piel de esa madre que pisa Japón por primera vez en su vida, para reencontrarse con su hijo Matías que con 21 años ha atravesado océanos para continuar sus estudios en Tokio. Pero poco a poco descubre que no es sólo un simple reencuentro con tu hijo, es un viaje interior mucho más profundo.
“OKASAN” es uno de los mejores unipersonales en cartel (en una temporada donde hay excelentes trabajos), un género que presenta el desafío de un único intérprete desnudo frente al texto como su propio instrumento como único arma para atrapar a la platea. Suele suceder que, sobre todo en este terreno, el texto se torne por momentos artificioso y las adaptaciones confundan el éxito de la propuesta con presentar un texto complejo y pongan el acento en frases más pretenciosas o en el virtuosismo del vocabulario.
El primer gran hallazgo de “OKASAN” es un minucioso trabajo de adaptación (por parte de la propia directora, y colaboración de Carola Reyna y Sandra Durán) sobre el texto original de Mori Ponsowy, que le permite a la protagonista relatar su experiencia en primera persona, en un lenguaje simple y directo, que apunta a las emociones y describe con sus propias palabras todos esos sentimientos que la atraviesan –que muchas veces son sensaciones encontradas- a medida que va internándose en sus propias vivencias.
Si bien hay algunos trazos que apuntan a la maternidad y al universo particularmente femenino, a medida que el texto avanza, conmueve por igual a hombres y mujeres en la platea porque uno de los hallazgos de la adaptación es ir buscando un camino más universal y que permite una lectura más integral que involucra por igual a las diversas formas de maternar / paternar y a ese amor filial tan absoluto.
La protagonista se encuentra en un mundo que le es ajeno, una ciudad donde todo es tan diferente, en las antípodas de la Tierra, que se siente perdida a cada momento, desorientada en un mundo de luces, de tecnología y con un gentío arrasador que hasta corta la respiración. Conocerá los rituales, las costumbres, otro idioma, los detalles de una cultura milenaria y diferente, de la mano de su propio hijo, en una inversión de roles que narrado con esa simpleza resulta conmovedor: así como de pequeño ella le mostró el mundo, ahora es él quien le devuelve ese gesto, abriéndole la puerta a un territorio extraño y desconocido. La fugacidad, el paso del tiempo, la finitud son elementos que se dan encuentro en esa realidad que le marca que su hijo ya no es más ese niño que sigue jugando en su memoria: ahora ya se ha independizado, tiene su propia vida, sus propios misterios, ya es un hombre. Y esa imagen que le devuelven estos momentos compartidos en un suelo tan extraño, le resulta tan ajena como esta tierra donde no se reconoce.
El texto recorre estos temas trascendentes y profundos con una simpleza y una síntesis perfecta, logrando esa hondura en la conexión inmediata que logra con los espectadores. Sumada a esta búsqueda de belleza a partir de lo sencillo, aparece una cuidadosa composición de Carola Reyna que trabaja sutilmente sobre cada detalle y cada gesto, permitiéndonos acompañarla en su viaje interior, directo al centro de sus emociones.
“OKASAN” permite que Carola Reyna brille en uno de sus mejores trabajos en el escenario (lo que es muchísimo decir porque tiene brillantes y memorables composiciones como su trabajo en “El Padre” “El descenso del Monte Morgan” “Tres mujeres Altas” o “La Prueba”, solo para mencionar algunos de los que componen la enorme lista) y se enfrente al desafío del unipersonal, encontrando un estilo propio y dejándose conducir por la sólida dirección de Herrera Nóbile concibiendo este viaje desde un tono sin estridencias, visceral, íntimo y honesto. Carola es tan deliciosa perdida en un aeropuerto internacional, acomodando sus pertenencias en la valija que la acompaña, atravesando las callecitas de un barrio de Tokio, como en su exquisito ritual de probarte un kimono (o una yucata para ser más precisos) o reflexionando a la sombra del cerezo.
Su personaje descubre que su hijo ya la presenta como okasan y pronto descubre que no sólo significa madre sino que la acepción emparenta el término con cierto dejo honorífico, como un título que la corona. Lejos, ya muy lejos del “mami” o “má”, marcando una manera de honrarla pero al mismo tiempo produciendo ese despegue inevitable que se da cuando los hijos crecen, cuando el nido queda vacío y cuando de alguna manera ese verbo tan vapuleado y lleno de lugares comunes como “soltar” se hace presente y se comprende en toda su dimensión.
OKASAN: Diario de viaje de una madre
Dirección: Paula Herrera Nóbile
Actriz: Carola Reyna
Basada en el libro de Mori Ponsowy con adaptación de Herrera Nóbile y colaboración de Reyna/Durán
TEATRO PICADERO – Enrique Santos Discépolo 1857