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Por Rolando Gallego

El director en la presentación de la película en DocBuenosAires

Tras El piso del viento, codirigida con Gloria Peirano, Gustavo Fontán vuelve al cine de lo real con La Terminal, una poética y apasionante mirada sobre el devenir de los cuerpos y humanidades en La Falda, Córdoba. Hablamos con Fontán para saber más detalles de esta propuesta que se estrena en la Sala Leopoldo Lugones del Teatro San Martín.

-La película llega a la Lugones, tuvo su preestreno allí. ¿Qué significa para vos este espacio?

-Es un sitio maravilloso. El aura que tiene no es porque sí, es por su historia y su presente. Hubo una lógica sostenida de programación, llevada adelante por Luciano Monteagudo durante mucho tiempo, y por Diego Brodersen desde hace unos años, que atendió y atiende a un cine que es difícil ver en otro lado. Eso genera una mística. Para nosotros es un honor estrenar La terminal en la queridísima Sala Lugones.

-¿Cómo surgió la idea de La terminal?

-Durante algunos años me interesaron particularmente los sitios de paso o de espera. Esos lugares de tránsito en los que aparentemente no hay nada para ver. Había algo en ese flujo, el movimiento constante, los ritmos de presencia o ausencia de gente (en la terminal de La Falda, donde filmamos, que es más bien pequeña, esto se ve muy bien), en los cuerpos esperando, que me interpelaba con una serie de preguntas y a su vez me resultaba muy cinematográfico. La pregunta fundamental que me hacía era si ese espacio albergaba algo de las presencias humanas que pasaban por ahí. Me preguntaba si algo de las esperanzas o los dolores de quienes esperaban quedaba flotando en el espacio. Creo que sí. Nadie entra y sale de la misma manera de la terminal, pensaba. Entonces nos propusimos eso: filmar el flujo de los micros interurbanos que llevan estudiantes y trabajadores de pueblo en pueblo, por un lado, pero también su estela, es decir los restos de experiencias humanas que van quedando en ese espacio.

-¿Cómo fue pasar del “encierro” de tu última película a la apertura de esta?

-Filmamos La terminal en el fin de pandemia, donde todavía, por ejemplo, era obligatorio usar barbijos en los micros. Me acuerdo  de la felicidad de ese primer viaje hasta La Falda para comenzar el rodaje, pero también de algo de miedo todavía. En los trabajos que había hecho en la pandemia la posibilidad de salir había sido a través de la memoria. Ahora salir era concreto. Sin embargo, pienso ahora, el que mira en la película, el punto de vista, que puede ser el del propio espacio o de un fantasma, nunca se va. Se queda a mirar para que sobreviva lo mirado. Y encuentro ahí un gesto de tensión, probablemente inconsciente, entre la situación de quedarse o salir.

-La película se estrena en medio de un contexto complicado para el cine, la cultura y la sociedad en general, ¿qué significa para vos poder salir en medio de este momento?

-El contexto es horroroso y muy cruel en todo sentido. Pusieron muy difícil la vida. Como sabemos que no se hacen películas con fondos del estado, el ataque al cine lo entiendo como una cuestión ideológica: para hacer lo que quieren hacer necesitan destruir todas las fuerzas transformadoras, humanas y sociales. Por eso la saña, porque saben del poder del cine en ese sentido.

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