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Por Marcelo Cafferata

Del Norte al Sur mexicano, desde Chiapas hasta Sonora, la campaña que ha emprendido María de Jesús Patricio Martínez -por todos conocida como Marichuy-, como primera candidata mujer indígena para las elecciones presidenciales de 2018 tuvo como objetivo volver a poner la problemática indígena en la agenda nacional, temas completamente olvidados por un Estado que parece no tener en cuenta a las minorías étnicas.

Luego de su elección en el Congreso Nacional Indígena, Luciana Kaplan acompaña a Marichuy, con su cámara inquieta, en un largo recorrido atravesando las zonas más vulnerables del país, buscando adhesiones en todos aquellos que necesitan verse representados por un candidato verdaderamente independiente.

Kaplan registra minuciosamente todo lo que sucede en cada uno de los rincones del país a los que Marichuy se va acercando, agrupándose también con otros representantes de los derechos de pueblos originarios para generar una red de contención que buscar lograr a través de esta unión con diferentes gestores.

Mujer, indígena, sin contactos ni carrera política tradicional y bregando por aquellos temas que la agenda presidencial acalla, Marichuy es el símbolo de una nueva corriente, un nuevo pensamiento, un nuevo espacio de crecimiento en su país y en Latinoamérica.  Pero la validación como candidata implicará tener que lidiar con nuevas tecnologías que justamente se complican para aquellos  ciudadanos que se encuentran desposeídos o que deben sobreponerse a problemas de alfabetización.

El sistema sigue siendo cruel con aquellos que menos tienen, obligándolos a seguir procedimientos que sólo lograrán quienes cuenten con ciertos dispositivos, de los que ellos carecen. Pero no solamente la burocracia institucional ataca a cualquier forma de organización diferente a lo concebido, sino que a través de material de archivo, Kaplan demuestra, inclusive, el ataque feroz y la agresividad con la que los medios reciben a Marichuy en sus entrevistas.

No solamente va a ser para los pueblos indígenas sino que va a ser para México, y México pues incluye a todos’‘, será una de las frases más contundentes frente a las repreguntas irónicas del periodismo y su destrato.

Kaplan elabora con todo el material a mano, este retrato de una mujer empoderada, con una búsqueda que atraviesa más 20 años de lucha en su movimiento y que hace oír su voz a pesar de los prejuicios y de los preconceptos. Esa voz clara, precisa, contundente y sobre todo, pacífica.

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