
Por Rolando Gallego

La periodista y conductora Emilse Pizarro presentó su libro La Argentina increíble. Historias de viveza criolla en un país de novela, publicado por Planeta, en donde revela el costado más particular de nuestra idiosincrasia, donde la trampa siempre “inspira” historias que superan a la realidad. Pizarro, que acompaña a Matías Martín en Todo Pasa de Urbana Play, todas las tardes, posee una amplia trayectoria en la gráfica que aprovecha en cada uno de los capítulos del volumen. Sobre el libro y otras cosas estuvimos hablando con ella.
-Hay algo del lenguaje de lo que vos recorres que tiene que ver con espacios y cosas de la cultura popular que hace mucho que no se recuperan, ¿por qué decidiste ir a ese lugar para desde ahí tratar de encontrar el ADN argentino?
-Quizás haya algo de nostalgia de la argentinidad, y a veces ahí yo puedo cometer un error que por argentinidad tomo el ser porteño, porque mi argentinidad es porteña, y lo que siempre me pasaba que cuando hacía perfiles o entrevistas para La Nación o Infobae laburaba mucho en hemeroteca, para poder reconstruir una época del país, lo mejor era para mí ver diarios de la época para poder contar el contexto y ahí había empezado a encontrar cosas de cómo se titulaba en 1945, por ejemplo, me gustaban algunas cosas y ahí doy con un título, que ese fue una de las primeras, que era una noticia muy chiquitita que decía “capturaron al último niño cantor prófugo”, y me pareció espectacular y dije bueno, cuando tenga tiempo porque no estaba investigando eso, yo voy a voy a tirar de este hilo y después empecé a investigar más de eso, ir para adelante y para atrás en los diarios, hablé con gente muy grande que recordaba eso, después encontré un libro que escribió un diputado santafesino, que hizo una investigación, y todo eso lo encontré en la Biblioteca Nacional, Dios la tenga en la gloria, y eso empezó a generar como que las historias chiquititas que hacen a la avivada o a la posibilidad de “bueno acá puedo hacer una diferencia a mi favor siempre” me empezaron a generar una intriga, me parecía gracioso, pero no sabía si esto podía impulsar algo, porque encontré, por ejemplo, una historia sobre un bar de taxistas que se llama Oriente, que estaba en la esquina de mi casa, en Villa Urquiza, y lo que yo veía era que eran todos chabones, a la misma hora, misma mesa, en silencio, y le plantee a mi jefa, mi editora de La Nación, de contar cómo era un bar de taxistas que estaba como medio quedado en el tiempo en donde parece que no pasa nada, pero pasa del todo.
-Que además es ese bar que está en todos lados del país…
-Eso me volvió cuando los lectores te empiezan a decir te iba leyendo y pensaba en un bar en Chivilcoy, entonces había una cosa más, mucho de porteño, pero se replica en todos lados, un bar al que la gente se va a buscar, como a pertenecer un ratito, se saludan de mesa a mesa, y cuando uno no aparece un par de días se preguntan por él y eso me parecía que habla de un gen, porteño, argentino, solidario, y que en otros lados te repelés, porque en un aeropuerto escuchás a un argentino gritando, te repelés y cuando empecé a juntar todo eso entendí que hay una búsqueda mía, que tiene que ver con una porteña de, al momento que empecé a escribir el libro tenía 41 años, creo que vivimos en el mejor país del mundo por todas las historias que cuento y a pesar de las historias que cuento, entonces pensé que había algo para contar y se lo plantee a Juan José Becerra, él vino a proponerme a mí un libro sobre otro tema y yo le dije que no lo sentía, porque ya sabía porque otro amigo que había escrito un libro me había dicho que para escribir un libro tiene que ser de un tema que te guste tanto como para saber que en algún momento lo vas a odiar y se lo dije, y le hice una contra oferta y le dije me gustaría hablar de la viveza criolla, pero no como un tratado o un ensayo, mostrarla, y bueno ahí empezamos a hacer una selección de temas, algunos ya los tenía, otros los había publicado y otros los tenía ahí y otros quedaron en el tintero porque había cosas que estaban en historias que estaban aún en desarrollo y llegamos a una conclusión que era que no tenía que haber víctimas fatales para que el libro pudiera sostener el tono de humor, tragicómico, pero si ya fallece alguien, lo deja de ser, como por ejemplo hay vestigios de algo trágico en la leche del caso de Miguel Angel Vicco de los 90, pero murió gente, o el vino adulterado, pero murieron personas, son cosas increíbles que suceden en este país que te generan a la vez desesperación y quedaron afuera.
-La Argentina se quiere siempre contar desde las tragedias, pero ¿cómo fue eso de ir entendiendo también esto de ir por otro lado?
-Creo que hay un ejercicio, que yo fui haciendo más como entrevistadora, que me di cuenta que cuando hacías grandes preguntas a los personajes, los ponías en un brete, de tener que hacer una dar una gran respuesta, por ejemplo preguntarles “qué es la muerte para vos” y vos te sentís en la obligación de ensayar algo filosófico, y yo encontraba que de repente para poder preguntarle a alguien por la muerte, en un ejercicio más sincero y más real, no porque el otro quisiera mentir, preguntarle “cuál fue tu primer muerto” y ahí la respuesta te lleva a hablar de temas importantes de una manera más sincera, y me pareció que era eso, por ejemplo, cómo hacía para contar la corrupción menemista, bueno, desde el diputrucho, centrado no en la ideología política, sino ver cómo llega una persona a sentarse ahí, o el intendente que busca que su hijo pase con tres previas por decreto.

-El periodismo estuvo presente, desde la figura de tu padre, muy presente, ¿hoy en día seguís revalidando la decisión de decir “yo quiero ser periodista”?
-Sí, para mí es un oficio hermoso en un muy mal momento para en cuanto a pérdida de credibilidad y hago mea culpa, no por el periodismo que yo creo haber hecho, que intento que sea de una manera, pero entiendo que la masificación de algunas cosas, de algunas prácticas, por masificación digo cuatro o cinco nombres que la gente toma como “este es el periodismo” y que son realmente millonarios y que creo que la gente entiende que eso es “el periodismo”, pero cada vez que puedo intento recordar que en las redacciones de los diarios hay 30, 40, con suerte, porque después de la pandemia quedó gente siendo satélite, que gana por debajo de la línea de la pobreza, por eso el periodismo no es eso a los que le hablan, y entiendo que esté desprestigiado, pero creo que es un oficio hermoso, en un momento complejo, con fake news, tenés que correr contra el tiempo, para publicar antes, publicar certero y esquivar las fake news, todo eso en tiempo récord, es difícil y es difícil no meter la gamba y creo que lo que se valora mucho, o al menos yo lo recibo de los oyentes, sobre todo porque el feedback es inmediato, cuando de repente estamos hablando de algo y digo “no lo tengo claro” y le digo a Matías dame un segundo y lo averiguo con un mensaje o un llamdo, y eso el oyente lo valora y quizás en otra escuela te dicen mira a cámara y decí algo con total seguridad, no importa lo que sea y si te equivocaste es como si nada, como si el valor fuera que vos no te equivoques y para mí ahí hay un valor en decir, dame 10 segundos, quiero dar algo chequeado, o sea, mi función para mí es ser el eslabón, en que vos llegues a la fuente que más sabe, pero bueno, no todos los medios pueden hacer eso. Y hay una escalada de salir primero, salir antes y después bueno, me parece que algo que perdimos, es la fe de erratas, que ahora desapareció. Te mandan los cuatro párrafos, dos están mal y después cuando lo corrigen no dicen “durante dos horas acá, dijo tal cosa” no y ahí ya hay un daño hecho.