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Por Marcelo Cafferata

En una serie de producciones documentales recientes, como podría ser “Partidos, voces del exilio” (https://ludiconews.com.ar/cronicas-del-exilio-critica-partidos-voces-del-exilio/) se enfoca la problemática de tener que perder parte de la identidad de cada uno al abandonar las raíces y (re)construirse a partir de la pluralidad y de otras lógicas que se presentan a partir del exilio.

Nuevas ciudades, otros espacios, nuevos territorios y comenzar a lidiar con la sensación de “no pertenencia” y la idea de añoranza. Gonzalo Castro encara su nuevo largo a partir de vivencias, momentos y mucho del pequeño cotidiano de cada uno de sus protagonistas con un común denominador de compartir el exilio –aún cuando no sea impuesto y la idea de abandonar la propia tierra sea por decisión propia, la mirada abona al refuerzo de esa pérdida de identidad por la que atraviesan de diferentes formas, los personajes centrales- o pensar(se) en la posibilidad de generar un proyecto fuera de la ciudad donde vivieron toda la vida.

Al personaje de María (Guillermina Pico) el enraizamiento a este nuevo espacio (“nuevo” porque ya lleva más de diez años en Barcelona) lo marca el crecimiento de su hija que ya tiene seis años y una pequeña historia construida en esta ciudad. Allí la acompañan su padre, su ex y todo su grupo de amigos, pero del otro lado del océano quedaron su madre y su hermana menor Iara, por lo que María mantiene –con más o menos presencia según los momentos que atraviese- esa sensación de estar fragmentada entre dos mundos.

La visita de Iara a Barcelona vuelve a habilitar todas las cuestiones inherentes a “allá” y “acá” a Buenos Aires y otros mundos posibles y a las decisiones de vida que uno ha tomado en ese sentido que vuelven a ponerse en tensión frente a estos encuentros movilizadores.

Lo que es más interesante en la construcción de Castro es que nada de esto está narrado de una forma convencional y que, en muchos casos, ni siquiera se explicita o se pone claramente en palabras. El director elige filtrar estos temas en conversaciones cotidianas entre los personajes, diálogos simples que resuenan fácilmente entre los espectadores por su sinceridad y su espontaneidad, con una cámara que es testigo de lo que le sucede a los personajes que fluyen, escapando de cualquier estructura.

Tanto en la idea de una fotografía en un brillante blanco y negro como en la sensación de fragmentos que no responden a ningún orden particular “LA ESCUELA DEL BOSQUE” ni intentan construir ninguna trama clásica, hay mucho de nouvelle vague, un aire al cine de Philippe Garrel y diálogos a la usanza de los personajes del cine de Hong Sang-Soo, tomando elementos de todos ellos para construir un relato con una mirada sumamente personal.

Relaciones de padres e hijos en distintos niveles (pudiendo mostrar el vínculo de María con su hija Isabel pero también el de María como hija con su propia madre), entre hermanas, entre amigos. “LA ESCUELA DEL BOSQUE” mezcla cálidamente momentos y vínculos en ese devenir marcado por el tiempo y por las ciudades, por las proximidades y las distancias, un cine entre Cataluña y Buenos Aires.

Siete funciones exclusivas en la Sala Leopoldo Lugones (Avda. Corrientes 1530): Jueves 17  a Sábado 19 de Noviembre a las 21 / Martes 22 a Viernes 25 de Noviembre a las 18 horas.

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