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Por Marcelo Cafferata

El golpe del ’76 ha significado para un importante grupo de personas, la necesidad imperiosa de proteger sus vidas, abandonando nuestro país en muchas ocasiones, de la noche a la mañana. Fue así como muchos argentinos debieron exiliarse en Europa y poder comenzar a (re)construir allí una nueva forma de vida y una nueva identidad.

Hoy no son solamente quienes tuvieron que abandonar el país los que tienen la posibilidad de contar la historia sino que ahora están acompañados por las voces de sus propios hijos que recuerdan una infancia, una adolescencia, una juventud, tratando de entender los motivos por los cuales crecieron en otras geografías, las razones por las cuales crecieron en otro país que los padres fueron transmitiendo a medida que pudieron sincerar su realidad.

La idea de territorio, el concepto de nacionalidad, el sentido de patria, es uno de los primeros conflictos a los que se enfrentan los testimonios que arman el relato coral de “PARTIDOS” y haciendo honor al título elegido para el documental, esta pluralidad de relatos dan cuenta de esta fragmentación que opera en el interior de cada uno de ellos al sentir esa tensión entre el país donde nacieron o donde fueron creciendo y el de nacimiento. Esa identidad que deberá repartirse entre Madrid y Buenos Aires, entre España y Argentina, tal como ellos describen con esa sensación de tener “una pata allí y la otra aquí”, es el vector principal de este hermoso trabajo de Silvia Di Florio, que sabe encontrar emocionalidad y sentimientos en estos fragmentos de los testimonios que surgen frente a su cámara y que van estructurando al documental.

La voz cantante la llevarán los hijos e hijas de los exiliados quienes, hoy ya adultos, cuentan con suma naturalidad y con un andamiaje que se basa fundamentalmente en sus recuerdos, cómo fue atravesar su niñez en el exilio  y sentirse tironeados por esa sensación de no tener una pertenencia en donde poder echar raíces.

Di Florio tiene la capacidad de sacar lo mejor de cada una de las historias, dejando que fluyan frescas y espontáneas, nutriéndose además de anécdotas muy puntuales sobre las diferencias en el lenguaje, el significado de las palabras y vivir segmentados en diferentes husos horarios que tienen una complicidad particular. Más allá de los relatos teñidos de la militancia y la mirada política, de la historia trágica de muchos de los que no pudieron sobrevivir, también hay un espacio para otros colores como el relato de Malena Alterio, hija de Héctor Alterio quien nos deleita con un poema recitado de León Felipe.  

Es evidente que desde su propia historia de exiliada Di Florio puede contener a cada uno de los participantes en esta diversidad de retratos y se da el lujo de acompañarlos y entender más que nadie la nostalgia, la tensión, la parte oscura, ese verso que desgrana Alterio con dolor cuando dice “que lástima que yo no pueda entonar con una voz engolada esas brillantes romanzas a las glorias de la patria… y que lástima que yo no tenga una patria”. Un verso que lo sintetiza todo.

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