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Por Marcelo Cafferata.

Julio Chávez vuelve a reunirse con Camila Mansilla para gestar este quinto trabajo de escritura en común, luego de las exitosas “Como quien mata a un perro”, “Un rato con él” (con Julio Chávez junto a Adrián Suar) “Suspiros” (junto a Santiago Loza) e “Inés” –que actualmente se encuentra en cartel en El Camarín de las Musas los domingos a las 19horas-.

En este caso proponen con “DESPUES DE NOSOTROS – El hijo de Juan Oribe” una mirada a la pareja de Juan y Andrea, que debe plantearse la crianza de su hijo, aun después de varios años de separación y superando los obstáculos que le plantea su retraso madurativo, que lejos de poder tener una mejoría, es cada vez más notorio y, por lo tanto, cada vez más angustiante. 

El texto, luego de una situación que se plantea al inicio con la persona a cargo del cuidado de Federico (una brillante María Rosa Fugazot) deja flotando en el aire y al descubierto una pregunta que luego será verbalizada frente al quiebre de los personajes: “¿Quién cuidará de nuestro hijo después de nosotros, cuando nosotros ya no estemos?”.

Tanto Juan (Julio Chávez) como Andrea (Alejandra Flechner) encaran este mismo  planteo desde puntos de vista diferentes, hasta podríamos decir antagónicos. Sin embargo, lo que los une, lo que los convoca, ese punto en común que oficia de encuentro en ambos, es la preocupación sobre el peligro que significa ese “mundo exterior” para una persona absolutamente ingenua y sin maldad, un hombre-niño que no sabe detectar los potenciales peligros que pueden estar, incluso, en su entorno más cercano y aún cuando esas personas no quieran, conscientemente, hacerle ningún daño.

Ambos tiene claro que Federico no cuenta con las herramientas para hacerlo solo (muy elocuente el tramo en donde Chávez describe la oportunidad que le intentó dar a nivel laboral en su propia empresa) y ambos, por supuesto que cada uno a su manera, sentirán inevitablemente ese profundo miedo ante el potencial daño a un ser querido y el dolor de su sufrimiento.

El texto de Chávez y Mansilla transita con una cauta sencillez toda esa incertidumbre que pesa sobre sus decisiones y sobre el futuro, proponiendo en uno de ellos una mirada optimista, positiva y en el otro una mayor preocupación frente a las adversidades y una mirada menos complaciente y más amarga del mundo que los rodea.

Pero por sobre este dilema que la pareja tiene que atravesar, la dramaturgia pone el foco en una mirada novedosa sobre la paternidad, poco abordada en el cine o en el teatro. Aun en la tensión que significa una separación, Andrea ha sabido depositar en su momento toda la confianza en Juan, quien ha podido desarrollar un rol activo de crianza, rompiendo con ciertos estereotipos donde la figura materna es fundamental e imprescindible para cualquier hijo. Más allá de los aciertos y desaciertos en decisiones compartidas o individuales, Juan ha desarrollado un vínculo con su hijo que tiene todos los condimentos que se reflejan en ese sencillo cotidiano –donde hay límite, hay contención, hay amor y ternura-,  que hacen que la obra gane en verosímil y en emocionalidad.

Dentro del elenco, Mariano Musó cumple con corrección en su papel de plomero que está reparando un problema en el departamento de Juan y María Rosa Fugazot hace gala de todo su talento en el escenario y a pesar de su pequeña intervención, es una pieza fundamental en el estallido del conflicto de la obra y hace de su Mercedes un personaje sumamente querible (y que ella disfruta en cada frase que le regala el texto) poniendo la cuota de humor e incorrección necesaria en la obra.

Matías Recalt (a quien hace poco vimos en cine en su trabajo en “Ciegos” y que popularmente es reconocido por su trabajo en la miniserie “Apache”), luego de su trabajo teatral en “Cabo Verde” de Gonzalo de María, aborda el complejo papel de Federico Oribe, estableciendo una impactante química –sobre todo en el tramo final- con el personaje de Chávez y trabajando su rol en forma contenida, sin desbordes ni subrayados.

Alejandra Flechner dota a Andrea de todo su carisma, trabajando un registro menos explosivo respecto de otros de sus trabajos en teatro. Quizás su personaje es el que se ve más resentido por algunas imprecisiones en las marcaciones de Barone en la dirección y se percibe que algunas escenas, le hubiesen permitido un mayor crecimiento, si se hubiese pautado mayor firmeza en la construcción del personaje.

Por último, Julio Chávez, quien obviamente ya nos tiene acostumbrados a su excelencia como lo demuestran sus trabajos como “Red” “Ella en mi cabeza” o “El vestidor”, elabora a un Juan Oribe con una permanente emoción a flor de piel, con ese miedo al futuro y a su fracaso –personal y como padre- que lo hace completamente vulnerable y es justamente ahí, cuando Chávez aprovecha cada una de sus aristas para modelarlo y lucirse en escena, con una excelente química con todos sus compañeros de elenco.

La obra inicia con una pérdida en la pared del departamento y esa sensación de quiebre, de grieta, se extiende a cada uno de los integrantes de la familia con esa fragilidad a cuestas que sólo ese amor filial puede reparar y restaurar. Imposible contener la emoción en las escenas finales de la obra donde “DESPUES DE NOSOTROS” cobra sentido y le gana a sus propias imperfecciones, con el poder que tiene el buen teatro de hacernos vibrar y conmovernos.

DESPUES DE NOSOTROS – El hijo de Juan Oribe

De Julio Chávez y Camila Mansilla

Dirección  Daniel Barone

Paseo La Plaza / Sala   – Avda. Corrientes 1660, CABA – Miércoles a Viernes 20.15 hs, Sábados 20.15 y 22.15 hs, Domingos 20.15 hs.

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