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Por Rolando Gallego.

Víctor Laplace vuelve al cine en el doble rol de actor y director con “El plan divino”, protagonizada por Gastón Pauls y Javier Lester. LUDICO dialogó en exclusiva con él.

¿Expectativas ante el estreno del proyecto?

Aprendí hace tiempo a no tener expectativas, y sí lo que tengo es una alegría enorme por el proyecto, eso le gana a la enfermedad, ronquera, tos, todo lo que me generó después de terminar el proyecto. La primera parte del año estuve en Cali rodando la biopic de Facundo Cabral, y eso me movió, después estuve de gira con el teatro y en el medio la película. Las condiciones de las giras también se han modificado, son las mismas con las que iré a Carlos Paz.

¿Cómo se originó la película?

El autor me cedió los derechos, y es una obra que habla sobre sueños, debilidades, deseos. Me gustó mucho trabajar con los actores, en el set nos divertimos mucho, la rodamos en Iguazú, en Puerto Bemberg, con una cooperativa, un proyecto que amé, al igual que los anteriores. En este autor encontré seres desvalidos, abandonados, sostenidos por el padre, pero cada uno con sus ideas, sueños y aspiraciones, y cada uno, en su mundito, se animan a armar un plan, y fracasan, algo clásico de la tragedia.

¿Es difícil soltar una película?

Yo ya estoy pensando en mi próximo proyecto, disfruto esto, pero ya pienso más allá y sí me quedo pensando que es la primera vez que una productora pone todo a mi disposición. Los proyectos que estoy pensando son enormes, uno es “Dublin al sur”, de Isidoro Blaustein, y me doy cuenta que apareció un nuevo Víctor que está asociado a la autogestión. Después de 60 años de carrera. Creo en la autogestión, lo hice en teatro, en Tandil lo hacía, a mis 14 años, y tomás conciencia de grande de eso.

¿Es complicado dirigir?

No, y de un tiempo para acá empecé a hacer algo que le vi a Leopoldo Torre Nilson, en épocas oscuras, él no miraba por la cámara, se ponía al lado de la cámara, y a mí me gusta pensar así la dirección, no estás mirando, sino que estás adentro, y aprovechás todo aun más.

¿Sos de dejar improvisar?

No mucho, tal vez dejo un 15 por ciento librado a eso, pero con el plan, y los sindicatos presionando, tenés que ser más rígido.

¿Qué recordas de Adiós Roberto, una de las primeras películas de hablar de la homosexualidad en el cine nacional?

Tengo los mejores recuerdos, el director no estaba de acuerdo en hacerla, y nos pedía que no nos tocaramos en el set, imagínate con Carlín todo lo que hacíamos. No se podía ni hablar de la homosexualidad, se sumó Ana María Picchio. Cuando se estrenó nos agradecían en los cines, porque pudieron abrirse y contarlo. Con Carlín construimos todo. Hay películas que uno ama y recuerda siempre con alegría. Es como “Espérame Mucho”, que hice con Juan José Jusid, era un poco mi historia cuando me vine de Tandil, fue gloriosa, como “Flop”, como “Los gauchos judíos”, producciones enormes.

¿Y de Aída Bortnik?

Yo tenía una gran relación con ella, eramos muy amigos, en su casa se armaban grupos increíbles, con ella cocinando, era increíble. Con “Soldados y Soldaditos” pasó que la impulsé a que la escriba, cuando se abrieron las cajas, me dieron “Hombrecitos”, lloré muchísimo con ella, tengo recuerdos de “La paloma de la paz”, aun lo recito, ella escribía muy muy bien. Esa gente extraño hoy mucho, a Aída, a Norberto Díaz, Federico Luppi, Ulises Dumont, Lito Cruz, enorme gente, con la que hablaba mucho, charlar, charlar, con Ulises eramos como dos viejas de barrio, y esas charlas, las extraño, hoy me nutro y contacto de gente joven, mi nieta, mi hijo, Sergio Bizzio,

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