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Por Marcelo Cafferata

El cine de Alejo Moguillansky es un cine lúdico, pleno de humor, que siempre invita al juego con las referencias permanentes a la literatura, el cine y el teatro –a veces con esa erudición con la que el cineasta nos exige ponernos a tono- y no hay dudas de que “LA EDAD MEDIA” no es la excepción a la regla.

En esta ocasión Moguillansky construye junto con su pareja, la coreógrafa, actriz y bailarina Luciana Acuña (co-fundadora del Grupo Krapp), un retrato de una familia de clase media en tiempos de  pandemia, aventura en la que serán acompañados por su hija Cloe, sumándose a ese grupo de películas en las que la delgada línea de realidad / ficción suman un atractivo adicional a la propuesta.

La pandemia no se plantea como una excusa o una limitación creativa a la que deberán sobreponerse, como se plantearon en algunos otros trabajos artísticos sino que en este caso, se ve como una oportunidad para revisar, puertas adentro, como se tuvo que modificar el esquema familiar y cómo ha impactado directamente en cada uno de los integrantes, la particular situación de encierro y confinamiento.

Una etapa que golpeó fuertemente con todo lo estuviese relacionado con lo artístico (Acuña y su impedimento de dar clases de danza / expresión por zoom y Moguillansky intentando terminar una filmación manejando su equipo a distancia) que impacta y subvierte el mundo de la pareja. Su hija, por su parte, intentará combatir el aburrimiento diseñando un plan hilarante para comprarse su soñado telescopio y, para logar ese objetivo, el clima de pandemia (donde se generó una desbordada moda de comprar y vender de todo online), parece ser el vehículo ideal para cumplir con su deseo.

Para mostrar estos abruptos cambios que (nos) impuso el encierro y la virtualidad (quizás en este tramo se la vea a Acuña un tanto exasperada y pasada de registro) la cámara sigue a Cleo y sus clases de idioma, Moguillansky dando indicaciones a la empleada doméstica de la protagonista de su documental para que la filmación pueda seguir adelante y Acuña corriendo y saltando por toda la casa o colgando en el medio del patio una bolsa de boxeo para poder cumplir con su entrenamiento.

Pero “LA EDAD MEDIA” nos hace partícipes de toda esta nueva dinámica familiar sin abandonar nunca la ironía y el sutil sentido de humor. Hay también un espacio, como en todo el cine de Moguillansky, para la reflexión profunda con una notable escena en el baño en la que los directores deconstruyen la angustia de haber perdido sus espacios de creación y su profesión, en virtud de las modalidades impuestas por el aislamiento y los protocolos tanto dentro de la industria del cine como a las presentaciones teatrales o cualquier evento artístico.

Las referencias están, como siempre, a la orden del día. Además de una constante dentro del relato como la de Beckett y su “Esperando a Godot” (obra teatral de la que Cleo encuentra dos copias y lee junto a su “amigo” el motoquero) pasando por Star Wars y los Cazafantasmas, Alejo Moguillansky abre nuevamente su pasión por lo intertextual y por los guiños cómplices al espectador, incluso siendo autorreferencial con su propia película “Por el dinero” con una de las secuencias más creativas del filme, donde, en tren de ponerle el precio a todo lo que haya dentro de la casa, se describen los pro y contra de cada “objeto” y se describen y fijan precio para los tres miembros de la familia… Ah! Y también del perro!.

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