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Por Marcelo Cafferata

El cine de Juan Cavestany no es un cine condescendiente y con “Un Efecto Óptico” se valida nuevamente como uno de los realizadores españoles contemporáneos más inclasificables.

En esta ocasión centra su nueva película en dos personajes, Teresa y Alfredo, un matrimonio que parece algo abatido por la rutina y para poder desenchufarse y oxigenar la pareja, viajan desde Burgos a la soñada Nueva York.

Pero Cavestany plantea un viaje surrealista que mezcla irreverentemente el “Groundhog Day / Hechizo del tiempo” de Harold Ramis con algunos elementos de “The Truman Show” de Peter Weir. De la primera toma la sensación de loop, de situaciones que se repiten y se viven una y otra vez, en este caso con mínimas alteraciones, detalles a los que habrá que prestarle mucha atención. De la segunda, la sensación de estar viviendo dentro de una película que han inventado como una ilusión óptica para nosotros mismos, una vida con decorados artificiales.

Obviamente no habrá una única  interpretación posible: debajo de una historia de abulia matrimonial y de necesidad de algo que sacuda esa vida rutinaria y sin sorpresas, lo que realmente sorprende es cuando Cavestrany propone una interpretación de muchas vidas en una sola vida, la idea de campo virtual que tanto ha puesto “de moda” la física cuántica y las fragmentaciones en el tiempo y el espacio.

Nada de esto será puesto en palabras ni con diálogos en los que los personajes expliquen nada de lo que está sucediendo, sino que por el contrario, queda en manos de cada espectador sumarse al juego y construir ese rompecabezas que cada uno armará en función a sus percepciones, a su propia historia y a lo lejos que quiera llegar con una propuesta completamente irracional, novedosa y arriesgada.

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