
Por Marcelo Cafferata

Después de su paso por el último BAFICI porteño, llega a su estreno comercial en la pantalla del Centro Cultural Recoleta y del Cine Gaumont la primera película en solitario de Máximo Ciambella (quien había dirigido “El árbol negro” en un Festival anterior), “AMANCAY”, ganadora del premio mayor de la Competencia Argentina.
Con un aire similar al espíritu que había invadido al nuevo cine argentino en pleno inicio de los 2000 con una narración que no se apega a lo convencional en donde los diálogos, las particularidades de los personajes y algunos pasos de comedia referidos a situaciones puntuales, son los que van construyendo el relato basado en situaciones y conversaciones compartidas donde Ciambella sigue las andanzas de los dos personajes centrales, Lucía y Adriano con una fuerte base en lo cotidiano y lo trivial, como medio de ir conociendo a los protagonistas.
El guion va transitando por diferentes tópicos como la amistad, el proceso creativo, los desamores, las sensaciones por las que atraviesan con sus heridas a flor de piel, momentos construidos según la propia creación de Ciambella a partir de un proceso de improvisación y un trabajo de creación grupal que se fue plasmando a lo largo de escenas que fueron captadas durante más de un año de filmación
Sobre estos puntos, justamente Ciambella pondrá su propia mirada a través de un registro que apela al blanco y negro que ha sido tan usado en este tipo de películas y deja que sus actores vayan atravesando el relato con un ritmo que apela a lo teatral.
Hay recuerdos, anécdotas (algunas más divertidas y otras muchos más profundas con hechos que los han marcado mucho más a los personajes) se juega con esa línea difusa de realidad/ficción que suele ser tan atractiva y la cámara va acompañando los diálogos que fluyen entre los personajes con un registro casi documental.
Lo más rescatable en “AMANCAY” más allá de su registro simple y espontáneo es la frescura con la que Lucía Araoz de Cea aborda su personaje, que hace que el espectador quiera seguir acompañándola en ese dulce devenir, sin mayores aspiraciones que un fresco retrato de toda una generación.