Por Marcelo Cafferata
Sebastián Presta vuelve al teatro, luego de varias exitosas temporadas con “Entre ella y yo”, de la mano de otra comedia de tintes costumbristas que tiene todos los ingredientes para ser un gran entretenimiento y a la vez, un espacio de humor mordaz en donde poder verse/vernos reflejado(s).
La historia que plantea Mechi Bove apuesta a lo simple, sin que esto signifique ni por un momento que su dramaturgia no sea aguda y profunda, sino que elige plantearlo de una forma simple que logre la llegada directa al espectador: Fernando, un cuarentón que todavía vive en su casa familiar, ha decidido en plenas fiestas navideñas invitar a su novia, Leticia, para presentársela a su madre.
Justamente el éxito de la propuesta del texto de Bove es que en esa simpleza de estructura, cada espectador pueda atravesar algunos de los diferentes momentos de la obra, viéndose reflejado en ese amor maternal asfixiante y en los vínculos familiares que se exponen en carne viva, cada fin de año, en los momentos en que compartimos las fiestas.
A pesar de todas las imposibilidades y los problemas de comunicación que irán surgiendo a lo largo de una cena tan particular como es la de la mesa navideña, la pareja de enamorados tiene, además, algunos planes, proyectos y sorpresas para compartir con Victoria, madre de Fernando y futura suegra de Leticia.
Victoria es la típica madre que encontrará todos los defectos posibles a su “nuera”, que hablará en el momento más inoportuno contando lo que no se debe e incomodando a todos con anécdotas familiares o de la infancia que nunca vienen al caso. En el preciso momento que Leticia atraviesa la puerta de entrada, Victoria ya está dispuesta, por más que burdamente intente disimularlo, a una lucha cuerpo a cuerpo para retener a su hijo que siente que es de su propiedad y que le pertenece. Ahí está, en el propio living de su casa, su más poderoso rival, Leticia, dispuesta a arrebatárselo con las armas del amor… y también del sexo.
Fernando queda titubeante, por momentos indeciso y partido en dos, ya desde su nombre (su madre le dice “Fer” mientras que el apodo por el que lo llama su novia es “Nando”) deberá verse en la disyuntiva de formar una pareja lidiando con la culpa –el peso ancestral de la culpa siempre presente- de que su madre viuda quedará completamente “sola”.
El trabajo de Bove de cada línea de diálogo es preciso, muy elaborado, con un decir de los personajes que nos hacen irremediablemente sentir identificados. Ellos disparan respuestas realmente desopilantes y eso hace que toda la ironía y la mordacidad con la que está construida la obra, haga que los tres protagonistas se vean vulnerables, creíbles, muy entrañables y con un aire familiar que provoca que la carcajada esté presente en todo momento.
Otro punto muy interesante que la obra aborda desde el humor y sin sostener ningún tipo de aleccionamiento ni de pancartas, sino jugándolo desde la acción y la construcción de sus personajes es que las dos protagonistas son verdaderos arquetipos femeninos que están prácticamente en las antípodas. Victoria y Leticia son dos modelos opuestos que construyen un espacio de notable diferencia y la obra aborda con mucha inteligencia ese espacio de reflexión de cómo fueron cambiando los roles femeninos y como el personaje de Fernando está tironeado por su madre, la típica ama de casa que ha resistido a sus propios deseos y sabido soportar de todo en pos de sostener su matrimonio… versus la imagen de su novia, una profesional independiente, separada con una hija, que tiene una mirada del mundo femenino completamente diferente que pone en rápidamente en tensión el modelo de Victoria.
Desde la dirección Diego Reinhold aprovecha hábilmente a cada uno de sus tres actores en escena logrando momentos de comedia brillante en donde pueden lucirse cada uno de ellos. Para Sebastián Presta, este Fernando le cabe como anillo al dedo y le permite abandonar un poco ese perfil más de stand up o de ruptura de la cuarta pared que tenían sus trabajos anteriores para entregarse a su personaje y al texto y componer su personaje desde la afinidad y la empatía con el público.
Victoria Almeida demuestra una vez más una gran ductilidad en el escenario donde sabe dosificar los momentos de comedia y se luce en el cuadro musical y en algunos momentos en donde explota la mejor veta competitiva de su personaje.
Un párrafo aparte merece la madre que compone Graciela Tenembaum que es pura energía en el escenario. Las frases disparadas en el momento oportuno, una ironía y desenfado a flor de piel, los silencios precisos y todo ese timing que requiere la comedia que ella lo maneja a la perfección además de dotar a su Victoria de todos los matices que hacen que por momentos parezca asfixiante e insoportable y, al mismo tiempo, genere compasión y sea un personaje enteramente querible.
Reinhold sabe operar hábilmente los mecanismos de la comedia y si bien logra momentos sumamente disparatados (hay incluso un número musical completamente desopilante) en ningún momento recurre ni al griterío ni al desborde generando un excelente espejo para reflejar toda nuestra idiosincrasia y la figura de esa madre que, en algún punto, nos toca a todos y nos permite sanamente reírnos de nosotros mismos.
“MI MADRE, MI NOVIA Y YO”
Jueves a las 22, Viernes / Domingos 19.30 – Sábados 21.30
Paseo La Plaza, Avda. Corrientes 1660 – C.A.B.A.