Por Marcelo Cafferata
El tema de la trata y la explotación de personas no ha sido ajeno a la reciente producción nacional: algunos ejemplos de los diferentes enfoques con los que se abordó este tema se encuentran en “La Guayaba” de Maximiliano González, “La mosca en la ceniza” de Gabriela David o “Santa” de Víctor Postiglione que muestran este conflicto a través de una diversidad de historias. En este caso, Guillermo F Navarro ahora en “HISTORIAS INVISIBLES”, vuelve sobre esta temática narrando paralelamente dos historias que se encuentran vinculadas al tráfico de personas y que están inspiradas en hechos reales.
El punto en común que comparten estas dos historias, es que ambas jóvenes han sido secuestradas y cooptadas contra su voluntad para sumarlas a una red de prostitución. Una de ellas es Cecilia que proviene de una familia pobre de Catamarca y que mantiene una relación con Sergio, un novio mucho más grande que ella, que será el encargado de entregarla a la pareja de proxenetas e incorporarla, de esta forma, a la red de trata. Al mismo tiempo se narra la historia de Paula, una chica de clase media de Mendoza, quien es violentamente secuestrada en la vía pública, perdiendo total contacto con su madre, que saldrá a buscarla recorriendo uno por uno, todos los burdeles de la zona.
Guillermo Navarro a través del guion que él mismo ha escrito, lanza un claro y certero mensaje de que cualquier joven, no importa la condición social, puede caer víctima de estas modalidades para hacer ejercer una prostitución forzada, organizaciones que cuentan con la connivencia “invisible” del Estado que no logra resolver este flagelo. Precisamente en una de las escenas del filme, Navarro deja clara su postura de las implicancias del poder policial en este tipo de acciones delictivas y que, aún con toda la visibilización que se les trata de dar a través de estos productos artísticos y de los diversos documentos periodísticos masivos elaborados dentro de noticieros y programas televisivos, sigue siendo preocupante el hecho de que aun conociéndose datos concretos sobre estas redes, no haya una acción absolutamente implacable para desarticularlas.
Las historias se espejan en la narrativa que plantea el autor a través de los ojos de las madres y los padres de las víctimas que emprenden la búsqueda: Jorge, el padre de Cecilia, ha perdido toda esperanza de poder encontrarla hasta que finalmente recibe un llamado telefónico que lo impulsa a emprender un viaje con la posibilidad de reencontrarse con su hija. Por otro lado está Graciela, la madre de Paula que inicia una búsqueda desesperada, aun poniendo en peligro su propia vida, obsesionada por encontrar y recuperar a su hija.
Aun cuando “HISTORIAS INVISIBLES” apele a un formato más similar a un producto televisivo y con una presentación de los personajes de una forma que apela a los estereotipos, sabe llevar el ritmo de la historia y hacer que el espectador no pierda el interés, mientras que asertivamente envía su mensaje de denuncia acerca de estos actos tan atroces como ilegales, que si bien son un flagelo a nivel mundial, en nuestro país todavía no se ha logrado mostrar actos concretos y visibles que demuestren la voluntad de desarticular este tipo de organizaciones y penalizar a los responsables.
Si bien la historia tiene una potencia propia de su carácter testimonial, uno de los puntos más fuertes de esta producción es el elenco que conduce Navarro con suma pericia. Antonella Ferrari logra llevar adelante su rol protagónico enfrentando un personaje complejo y con escenas duras, que se resuelven muy eficientemente. Vanesa González como una de las chicas que ya se encuentran trabajando hace un tiempo en el burdel, logra construir un personaje sólido con una composición con un tono completamente diferente a sus últimos personajes teatrales, mostrándose una vez más como una de las actrices más sólidas de su generación y el elenco se completa con Pablo Pinto, Mariano Bertolini y Pablo Tolosa (como el padre de Cecilia).
La gran estrella de “HISTORIAS INVISIBLES” es Eleonora Wexler. Este trabajo componiendo a Graciela, una mujer de un temperamento fuerte, segura en sus convicciones y con sed de justicia, se emparenta con la fuerza y el coraje de los personajes que ha desplegado en sus trabajos más recientes en “Yo nena, yo princesa” o “Algo incorrecto”. Nuevamente en esta ocasión, pone toda su convicción al servicio de esa madre que entrega todo para volver a encontrar a su hija y entrega una vez más un trabajo notable.