Por Rolando Gallego
En el fin del mundo un grupo de personas hacen lo que pueden con su vida. El pasado acecha, pero también hay silencios y alcoholes que pueden amedrentar dolores, culpas y rencores, subvirtiendo el calvario del presente.
En “Una muerte silenciosa”, la nueva película de Sebastián Schindel, escrita por Matías Lucchesi, hay dos mundos. El de los adultos, atormentados, pensativos, cabizbajos, que se interrelacionan con el otro con monosílabos y están sumergidos en rutinas que no hacen otra cosa que evadirlos de sus pensamientos, y por el otro el de los jóvenes, con un futuro por delante que les permitiría, si lo quisieran, salir de ese lugar en el que se encuentran.
Son los años ochenta y las largas distancias entre las tareas, se unen con viajes en viejas camionetas en las que, tal vez, alguna palabra pueda conmover y transformarlos. Como a Octavio (Joaquín Furriel), un hombre que perdió a su hermano en un accidente, y al que el cuerpo le duele, manifestando, quizás, dolores internos que no pueden emerger en esa coraza que se armó.
Hombre de muy pocas palabras, sólo sabremos que ama profundamente a su sobrina, y que con el resto de los personajes, intentará relacionarse, a distancia, sin mostrar su verdadero ser ni revelar qué es lo que realmente le pasa.
Cuando un hecho cambia la aparente tranquilidad del lugar, y el mundo de los adultos choca con el de los jóvenes, esa paz se quiebra, y, claro, la tormenta se desatará de una manera inesperada.
Shchindel logra mantener en vilo al espectador hasta la última escena, con personajes silentes, pero que manifiestan mucho con sus miradas. Furriel está secundado de manera extraordinaria por Soledad Villamil, Alejandro Awada, Victor Laplace, Patricio Contreras, Camila Peralta, María Marull, pero por sí solo lleva adelante una película en la que, una vez más, demuestra su camaleónica capacidad para ser otro.
Ya con Schindel se había transformado por completo en El Patrón: Radiografía de un crimen, y en esta tercera colaboración bucea en su cuerpo para ofrecer un personaje hosco, rudimentario, que se pliega en sí mismo la mayor parte del relato, para, en un momento, salir y buscar venganza.
Una muerte silenciosa es una lograda y estilísticamente impecable propuesta de género, un thriller que bucea en el pasado (los ochenta recién abrazando la democracia) para revelar, con una identidad propia, un universo donde la naturaleza es un personaje más, a la vez que indaga en vínculos y situaciones que la acercan al espectador.