Por Marcelo Cafferata
Ya desde el Preámbulo de nuestra Constitución Nacional, nuestro país se ha planteado como un territorio de puertas abiertas “para todos los hombres del mundo que quieran habitar en el suelo argentino”.
Así lo reflejan muchos de los cineastas de esta nueva generación que, dentro de sus trabajos documentales, hablan de lo que implica abandonar la tierra de uno y comenzar de cero en lugares tan ajenos. Así lo mostraron, por ejemplo, “El Futuro Perfecto” (Nele Wohlatz, 2016), “La chica del sur” (José Luis García, 2012) o “50 Chuseok” (Tamae Garateguy, 2018) donde el camino recorrido que quedó atrás, las tradiciones familiares y el nuevo espacio que se propone desde la inmigración, se ponen en tensión.
Dentro de este grupo se puede inscribir también “BOROM TAXI”, ópera prima de Andrés Guerberoff que describe con espíritu observacional, los momentos de Mountakha en Buenos Aires. Completamente desarraigado de su casa y su familia, intentará buscar trabajo como camionero, oficio que tenía allá, muy lejos, en su Dakar natal.
Guerberoff acompaña el derrotero de los diferentes trabajos que va realizando junto con otros compatriotas, hasta tanto pueda asentarse y encontrar algo relacionado con su profesión. En esos trabajos precarios y en su devenir cotidiano, el documental permite la observación de diferentes aspectos de nuestra ciudad de Buenos Aires y de lugares con una geografía icónica como el barrio de Once, marcando la diferencia con la Senegal que ha dejado atrás, al mismo tiempo que muestra el acecho permanente de la policía para incautar la mercadería de sus ventas ambulantes como representación de la hostilidad de un mundo con reglas diferentes.
Las canciones, las melodías, las tradiciones y el abordaje de una ciudad completamente desconocida son algunos de los ejes sobre los que se trabaja el tema de la inmigración. Como plus, poder ver nuestra propia ciudad desde los ojos de un extranjero que encuentra notables diferencias con sus orígenes, asombrado con nuestras costumbres, devolviéndonos en cierta forma a través de esa observación detallada, un espejo de nosotros mismos como sociedad como cuando comenta que “los blancos tiran todo” haciendo referencia a lo que tiramos a la basura que, en muchas otras comunidades, indudablemente le darían otro uso.
Como sucede con la mayoría de los extranjeros que viven en nuestro país, uno de los principales objetivos es poder girarle dinero a su familia y obviamente el caso de Mountakha no es la excepción. Más allá de esta necesidad de asistir económicamente a sus seres queridos, pronto aparece, en cada conversación, dentro del espacio que dejó del otro lado del océano, la nostalgia que impone la distancia, el extrañarse con su mujer y sus hijos y lo duro de volver a construir una nueva vida, sin el sostén emocional que significa el sentirse acompañado por la familia: la soledad como otro factor de desarraigo.
Aparecerán los recuerdos, las anécdotas y las imágenes con las que se tratan de expresar las enormes diferencias entre Senegal y nuestro país: dos culturas, dos organizaciones completamente distintas, texturas, colores, imágenes que marcan una gran diferencia que, sin ponerle demasiada razón, también operan en Mountakha y que, aún sin verbalizarlo, se perciben en el ambiente y ese es uno de los principales méritos de la realización de Guerberoff.
También el documental le da un lugar a la religiosidad y a la potente creencia en Dios que es una de las fortalezas sobre las que se para el protagonista para poder empezar a construir esta nueva vida, pensando que la providencia irá cumpliendo lo que esté deparado para él. La cámara visibiliza, además, a quienes a veces no podemos llegar a ver y percibir en toda su magnitud –y que incluso en algunos grupos se los sigue discriminando con un fuerte componente de racismo-, aquellos que despojados de su familia y sus raíces, han decidido, por diversos motivos, comenzar una nueva vida en la Argentina.
“BOROM TAXI” en su simpleza y con una cámara que nos permite espiar e introducirnos en un micromundo diferente y para muchos, desconocido, narra esta historia de “destierro” con respeto, con ese tono melancólico que asienta su propuesta y con mucha sensibilidad, a puro sentimiento.