Por Rolando Gallego
Natural Arpajou describe un universo único, como el de todas sus películas, largos y cortos, en Unicornio, donde, gracias a la ductilidad del cuarteto protagónico, Carolina Ramírez, Camila Azul Sosa, Sofía Dieguez y Nancy Dupláa, se despliega la posibilidad de conocer a cuatro mujeres de diferentes edades que aman, desaman, se rompen y se vuelven a armar.
Los personajes de Unicornio están rotos, por decisión propia o ajena, pero, gracias a la magia del cine, tienen esperanza, y si no la tienen, ahí están las demás para acompañar y apuntalar, para ayudar, abrazar, compartir y reír, ah!, y también para cantar.
Si bien por momentos el relato tiene algunos trazos gruesos en la construcción de las realidades de las protagonistas, tal vez ese subrayado permite que cuando llegue la luz, la música y la alegría, todo sea bien recibido. Unicornio es una película imperfecta, pero tiene verdad y corazón, y eso, hoy en día, es mucho.
La historia de Unicornio tiene a Grace (Dupláa), que vive esperando que su amor deje a su familia para finalmente comenzar un camino juntos, a Lila (Sosa), que tiene la ilusión del primer amor, pero vive una situación tan violenta en su casa que no puede permitirse nada, a Diana (Dieguez), que quiere amar libremente y a Amanda (Ramírez) una mujer que se armó de una coraza para que el amor no la lastime más.
Con influencias del realismo mágico, Almódovar, y hasta por momentos, cine de lo real (documental), Arpajou desmenuza a sus personajes y los reúne, por suerte, en escenas en las que se vuelven a armar tras las tragedias personales que las acechan.
Ramírez y Dupláa brillan en sus personajes, permitiéndose mostrarse, por primera vez, y en pantalla grande, alejadas de los lugares comunes y estereotipos a los que la industria audiovisual las han puesto durante años. Dieguez y Sosa aprovechan la oportunidad y juegan con sus roles, sacándole rédito a un guion que les desarrolló una posibilidad única de hacer crecer su personaje y el de las demás.
Arpajou reposa la cámara, se apropia del alma de sus personajes, dialoga con ellos, los sube a una ola feminista, pero no convierte su relato en un panfleto, al contrario, pinta a sus criaturas, las abraza y decide librarlas a su propia suerte, porque sabe, principalmente, que ellas mismas se protegerán, tal vez por eso, ese final luminoso, esperanzador y musical, sea la respuesta a todo. La amistad y el amor, siempre, siempre, salva.