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Por Marcelo Cafferata

Marie Bonaparte (bisnieta del hermano de Napoleón) fue criada para el altar, no para la universidad y le “arreglaron” su matrimonio con el príncipe heredero de la corona de Grecia y Dinamarca, que resultó ser homosexual, acentuando más aun su necesidad desesperada de alcanzar la volupté (así llamaba al orgasmo femenino), lo que durante más de 20 años había intentado lograr –sin éxito alguno- con sus diferentes amantes.

Luego de someterse a cirugías que supuestamente brindarían solución al tema de su anorgasmia, para que su clítoris estuviese más cerca de su vagina (operaciones que no produjeron ningún resultado favorable), con manifiesta desesperación visita a Freud, quien no solamente la salva de suicidarse sino que además la convierte en una de sus discípulos.

Vale la pena repasar brevemente algunos datos de la vida de Marie Bonaparte para disfrutar a pleno de “LA ULTIMA BONAPARTE” una propuesta teatral donde se trabaja con los puntos en común y las oposiciones de la vida de esta princesa con la de la protagonista de la obra, Silvia Pérez, en un registro sorprendente, ya desde la primera escena.

El juego que plantea el dramaturgo y director Dennis Smith es fiel a su estilo: tal como demostró en “Negra” “Dos hermanos” “Los abrazos rotos” o “Vos y yo”, el espacio teatral es concebido como alejado del formato convencional, donde se permite mezclar estilos, texturas, géneros, para que el producto sorprenda con su creatividad y con la búsqueda permanente de la innovación.

El disparador inicial es simple: dos escritorios separados por una pantalla en donde un autor y director teatral (brillante Mauro Álvarez) va dando indicaciones a la actriz que personificará a Marie Bonaparte (Silvia Pérez) mientras repasan el texto. En un juego de cajas chinas, la obra sobre la que trabajan es la misma que vamos viendo y el juego se multiplica porque hay una cámara filmando este montaje que lo transmite en vivo por la pantalla a los que se suman las grabaciones de las voces en off del documental con micrófonos de pie y unos llamativos auriculares.

Pero en esa misma pantalla, luego se proyectarán fragmentos del documental que están produciendo, a los que Pérez y Álvarez brindarán sus voces mediante un efecto de doblaje: a medida que ambos bucean en la vida de Marie, trazarán paralelismos y diferencias con la vida de la propia Silvia Pérez que desnuda su alma frente a las intervenciones del director, que dan lugar a que aparezcan los relatos sobre cada una de las caídas más importantes que marcaron su vida.

La forma se despliega ante nuestros ojos y así vemos con Bonaparte y Silvia Pérez (insólitamente distantes ante una primera mirada) van dialogando fluidamente en un texto que no busca responder a ningún orden preconcebido para un género como es el del teatro documental.

Dennis Smith, con su marca de autor, rompe con cualquier estructura y los momentos más importantes de la vida de Silvia Pérez (la búsqueda de aprobación materna, el concurso de belleza que gana a sus 18 años, el sex symbol icónico de Miss Argentina a “chica Olmedo” –al que siempre se referirá como El Pelado durante la obra-, el vínculo con sus hermanas, su maternidad) alcanzan puntos de contacto muy estrechos aunque, dentro de la puesta, siempre flote su pregunta de “¿por qué una mujer fue sex symbol la mitad de su vida quisiera interpretar a otra mujer que trabajó media vida para descubrir el orgasmo?” para seguir borrando toda vez que es posible, los límites en realidad y ficción, actriz y personaje.

La dramaturgia aprovecha el retrato de ambas mujeres para ofrecer una mirada actual y muy en contexto, de temas como la búsqueda del placer sexual en el marco de una sociedad machista y patriarcal, la mirada de los otros que es tan fuerte tanto en lo social como en lo intrafamiliar, lo público y lo privado y las mujeres que se abren camino en aquellos terrenos que parecen destinados sólo a los hombres.

La presencia de Mauro Álvarez, como el autor y director del documental, aporta el histrionismo y la fuerza que lo convierte inmediatamente en el alter-ego perfecto de Smith. Inteligentemente, Álvarez aprovecha todas las tonalidades de su personaje, desde la interpelación a su actriz en pleno proceso creativo, pasando por el doblaje a su propia interpretación de Freud, hasta brillar en un inesperado cuadro musical que irrumpe en medio del documental (Dennis Smith en estado puro!).

Desde la primera escena en la que Silvia Pérez le dice al director “podemos sacar lo de vedette?” nos queda claro el arco recorrido desde los ’80 y sus participaciones televisivas en los ciclos de Hugo Moser o Sofovich hasta su protagónico en cine en “Encarnación” (Anahí Berneri, 2007) y sus trabajos teatrales en “La Restauración”  “8 mujeres” dirigida por Muscari o “El último pasaje” donde compartió escenario con su hija, Julieta Bal.

Por lo que el texto, en “LA ULTIMA BONAPARTE” también permite hablar de la identidad, de las etiquetas y de lo que nos define hoy, que inexorablemente va atado de quienes hemos sido.

Pérez alcanza un compromiso total, mostrando una faceta diferente sobre sus trabajos anteriores, que podríamos resumir en la escena donde el director le pide un ejercicio puntual frente a un corte de luz en la sala y ella se pone en carne viva frente a la linterna de su celular. Se confiesa, emprende con seguridad algunos textos catárticos y abre un espacio de privacidad que, confiada en la mano firme de su director, le permiten mostrarse diferente, en sintonía con aquello que propone el texto de dejar a su vedette en el pasado.

Y lo logra con creces.

 “LA ULTIMA BONAPARTE”

Dramaturgia y dirección: Dennis Smith

Basado en un libro original de Walter Ghedin

Con  Silvia Pérez y Mauro Álvarez

El Camarín de las Musas  – Mario Bravo 960

Sábados 20:30 hs.

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