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Por Marcelo Cafferata

Estrenada en la Quincena de Realizadores del Festival de Cannes, este tercer trabajo de Manuel Nieto Zas plantea ya desde su título el eterno conflicto de roles, clases sociales y diferencias infranqueables dentro del marco de los vínculos laborales. Pero la narración va descubriendo diferentes capas y, muy pronto, podremos apreciar un guion mucho más profundo y más complejo que aborda otros vínculos que se presentan desde estas dos perspectivas tan opuestas como las de empleado / empleador.

Ninguno de los dos, ni patrón ni obrero, cumplen con los arquetipos del entorno rural en donde se plantea la historia. Ni Rodrigo (a cargo de Nahuel Pérez Biscayart, como el hijo de un empresario rural interpretado por Jean Pierre Noher) con sus rasgos liberales y sus problemas económicos a los que enfrenta con suma dificultad, ni Carlos (Cristian Borges) que ante la urgente necesidad de encontrar un trabajo para sostener a su familiar, acepta un puesto  para el que no cuenta con ninguna experiencia laboral previa, con una impericia que puede devenir en problemas.

A partir del título, se podría entender que el filme intentar trabajar con estos dos  universos completamente separados y antagónicos exclusivamente, pero el guion del propio Manuel Nieto Zas lo convierte en un juego de vínculos especulares donde se van reflejando uno en el otro. Sus miedos, sus inseguridades, el vínculo con sus esposas y el hecho de haber sido ambos recientemente padres, los van uniendo en un entramado que propone, finalmente, muchas más similitudes que diferencias.

Sin embargo, la verdadera tensión y la diferencia de clases más marcada aparecen en los personajes de sus respectivas esposas (Justina Bustos y Fátima Quintanilla) que no sólo abordan la maternidad desde dos formas diferentes, sino que cada una de ellas deberá atravesar con sus propias herramientas, las complejidades que se presentan con cada uno de sus hijos. Hay algo en la vulnerabilidad de esas madres frente a sus bebés que comienza a anticipar el tono más dramático del relato y si bien los personajes de Rodrigo y Carlos llevan a su cargo el ritmo de la narración, el verdadero elemento desestabilizador va de mano en mano de cada una de las co-protagonistas femeninas, sobre todo en el caso de la mujer de Carlos, cuya personalidad está fuertemente teñida de amenaza y se convierte en un elemento contundente y perturbador.

En la estructura y la superficie, el relato parece sereno, contemplativo y observante de las tradiciones campestres, incluidas sesiones de doma y de cacería que se pueden emparentar con ciertos ritos de iniciación que deben atravesar los personajes. Hábilmente, la tensión va creciendo una manera más silenciosa y subyacente.  

EL EMPLEADO Y EL PATRON” atraviesa zonas de duro dramatismo donde cualquier historia podría cerrar su moraleja. Por el contrario, en un momento donde parece que la pareja de Rodrigo y su esposa parecen encontrar cierto equilibrio, Nieto Zas lo utiliza para seguir dando impulso a la historia y poder complejizar más aún los vínculos que ha presentado.

La incertidumbre, el profundo sentimiento de culpa, el filo de la navaja sobre la que caminan los personajes, el dolor frente a la(s) pérdida(s) de lo querido y lo deseado, el exterior presionando por que algunos de ellos ocupen un lugar del que desertan y las reacciones que despliega cada uno para tratar de encontrar su propio eje, hace que la historia tenga momentos de gran profundidad que van mucho más allá de un simple planteo “dueños” / empleados.

Uno de los principales puntos fuertes es, que en ningún momento se plantean bajadas de línea ni discursos morales sobre los personajes. Todo está centrado en los detalles, en lo que no se dice y muchas veces en lo que tampoco puede verse (un excelente trabajo del fuera de campo que utilizar en momentos claves de la historia) y en ciertas simbologías como puede aparecer ese caballo blanco en la segunda mitad del relato.

Este tercer trabajo de Nieto Zas apuesta a pintar su aldea para lograr exitosamente retratar el mundo en que vivimos.

POR QUE SI:

«Ninguno de los dos, ni patrón ni obrero, cumplen con los arquetipos del entorno rural en donde se plantea la historia»

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