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Por Marcelo Cafferata

Después de su debut con “Interludio” (2016), Nadia Benedicto vuelve al mundo del largometraje con su segunda obra, “HÉKATE” que se estrena en los cines locales después de un largo recorrido por festivales internacionales y con la particularidad de que su equipo técnico está conformado casi en su totalidad por mujeres.

De eso básicamente se trata esta propuesta que tiene un fuerte lazo de sororidad entre las protagonistas. Cuando la violencia de género es un tema de agenda permanente, el cine nacional lo aborda tanto en algunos registros documentales como “Mari” de Adriana Yurkovich y Mariana Turkieh o en relatos ficcionales como por ejemplo “La Sabiduría” de Eduardo Pinto, tratando de poner en pantalla, historias que tengan que ver con la deconstrucción del patriarcado y con un nuevo orden en plena gestación.

Una paseadora de perros, Kira, cuando llega a devolver al animal a su hogar es mordida y el dueño la hace pasar al departamento en donde se encuentra con su mujer (Juan y Helena), los que tratarán de ayudarla. Al ingresar, inesperadamente comienza a desarrollarse una escena sumamente tensa, donde Juan comienza a maltratar a su esposa y Kira se siente cada vez más y más incómoda. Es difícil ayudarla a Helena quien se muestra casi congelada, sometida a los insultos y al desprecio que su novio ostenta contra ella.

La escena no para de crecer en violencia, la situación se desborda y rápidamente todo queda fuera de control y comienzan a romperse algunos límites que tienen que ver con la dignidad, la intimidad y la integridad física a la que finalmente Kira puede poner un freno. Como una especie de salvadora enviada al rescate de Helena, Kira podrá poner en acto todo lo que Helena silencia y comenzará, de esta forma, un viaje de búsqueda tanto implícito al interior de sus sentimientos como literal, dando lugar a una especie de road-movie de descubrimiento.

Si bien logran romper el ambiente de terror y de opresión vivido en el departamento, Kira y Helena emprenden ese viaje atravesando localidad por una carretera casi desierta, sin abandonar totalmente al marido de Helena. Sólo que ahora, libres de la violencia de Juan, serán ellas quienes impongan las reglas y marquen los acontecimientos.

Benedicto tiene perfectamente claro adonde apunta, todo está ajustado y en su lugar, aun cuando a veces peca de reforzar demasiado el rol de buenos / malos, víctimas / victimarios. De todos modos, el guion tiene el ingenio necesario para volver a poner el foco en un tema tan necesario y tan importante para que siga siendo visibilizado en las producciones nacionales.

En una especie de largo viaje interior atravesando la noche, Benedicto deja espacio para que surja una historia de amor y que en más de una escena, la carga simbólica transmita mucho más aún que las propias imágenes, filmadas con una mirada femenina exquisita.

Los rubros técnicos, sobre todo con las complicaciones que trae aparejado el tema de que muchas de las escenas son nocturnas, se logra resolver con gran solvencia en este equipo que, liderado por mujeres en rubros donde no son asiduamente convocadas, también toma partido de una postura feminista dentro de la propia industria.

“HÉKATE” cuenta además con la destacada labor de un trío protagónico absolutamente comprometido con sus personajes. Sabrina Macchi (a quien vimos en “Eva no duerme”) está a cargo de Helena y la compone con esa fragilidad inicial que el personaje necesita para ir creciendo poco a poco y soltándose del fantasma del abuso y la descalificación.

Sorprende además Rosario Varela, a quien vimos recientemente jugando en un tono de comedia tan distante a este personaje en “La protagonista” de Clara Picasso, que demuestra su ductilidad frente a dos roles tan diferentes, ambos logrados con gran precisión.

Cerrando este triángulo protagónico Federico Liss logra que Juan sea realmente repudiable desde la primera escena y cumple con el rol de que el espectador se identifique negativamente con él y llegue a despreciarlo y completa el elenco Julieta Brito como Destiny en un personaje que aparece sobre la parte final de la historia y que le permitirá a Benedicto jugar con otros tonos dentro del propio relato.

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