Por Rolando Gallego
Cristina Agüero y July Massaccesi exploran un género poco transitado en el cine argentino, el que tiene como protagonistas a mascotas y animales para narrar historias de superación y autoconocimiento pero no logran encontrar la manera de desarrollar su propuesta de una manera profesional.
“Olaf, una historia de aventuras inspirada en hechos reales” comienza con imágenes de algún lugar paradisíaco del sur argentino. No es intención de la película decir dónde, sólo ajusta su espacio de representación, a partir de la incorporación como tema de ella, un perro de raza boyero de Berna con el que una de las protagonistas se gana la vida retratándolo con los turistas (la elección de este perro y no un San Bernardo ya comienza a hacer ruido).
Esa misma mujer, que vive con su hija y su madre, conoce un día en una plaza a una pareja de visitantes que le solicitan consejo para adoptar un perro. Tras visitar a un amigo que tiene un hogar para caninos, les acerca a Olaf, un perro siberiano, con el que empatizan rápidamente.
A partir del secuestro de éste, a los días de la adopción, la película avanza, de una manera muy errática, en el desarrollo de una trama infantil con trazos gruesos en la que, lamentablemente, la falta de pericia del elenco y de la dirección y puesta, terminan construyendo involuntariamente una parodia de una idea bien intencionada que tal vez hubiese funcionado de otra manera.
Agüero, produce, protagoniza y dirige una fallida propuesta que despierta risas escena tras escena y que no puede ni con la participación de experimentados actores como Ingrid Pelicori, Juan Acosta y la recuperación de Noemí Serantes, devolverle verosímil a una historia absolutamente impensable en el Siglo XXI y que con errores grotescos, como saltos de continuidad, doblajes sin sincro y la utilización de recursos de edición propios de VHS, termina por resentir cualquier intento de seriedad y profesionalismo con el que quisiera contar.