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Por Rolando Gallego.

Muchas veces la ficción ayuda a visibilizar realidades que parecen superadas en tiempos de denuncia y de que nadie se calla más nada frente a abusos intra y extrafamiliares de niñes.

Pero cuando hablamos de personas vulnerables, muchas de ellas aún sin la posibilidad de expresar verbalmente el dolor que determinadas situaciones y actos de violencia sexual hacia sus cuerpos se cometen, por miedo, por amenazas, por muchas cosas más,  el trabajo de realizadoras sensibles y lúcidas como Agnese Boaretto y Gretel Suárez sirven para exponer realidades que duelen.

No es fácil encarar temas como la violencia sexual y el abuso de niñes, menos aún imaginar una posible forma de expresarlo, sutil, delicada, que además vivencie en el espectador el miedo y la angustia de los protagonistas, pero Boaretto y Suárez, desde la ficción, y en el caso de la primera, con el acompañamiento de un microdocumental, desarrollaron dos relatos que sin subrayados ni exageraciones desandan los caminos de dos pequeñes que ven su infancia quebrada a partir del abuso de adultos

Angelina Napoli y Lucas Crespi, bajo idea y dirección de Gretel Suárez en “Trabalenguas” demuestran que la vulnerabilidad de los cuerpos de les niñes puede suceder en cualquier lugar y espacio. Tal vez en impensados momentos.

Una niña viaja con su hermana y padre en automóvil, una parada estratégica por víveres, combustible, ir al baño, transformará ese momento de dispersión de la rutina dentro del vehículo, con un trabalenguas como válvula de escape, en una tortura que acompañará a la niña de por vida.

Crespi le pone la piel a un lascivo encargado de estación de servicio que aprovechará un instante para destruir por siempre la integridad física y emocional de una niña. La dirección de Suárez, hábilmente, opta por acompañar con la cámara, con profundizar desde las imágenes el terror, el miedo de la niña al ser abordada por un extraño y por dejar en claro que nadie está seguro en un mundo lleno de bestias salvajes.

Laura Azcurra y Mateo Rochero Gomez, bajo idea y dirección de Agnese Boaretto en “El pez si no abre la boca muere” habla del silencio, del no poder expresar en palabras, pero sí con hechos, el abuso dentro de un hogar, que sucede a espaldas de quien mantiene ese hogar.

La elección de narrar con espacios amplios, aun dentro de la vivienda en donde se desarrolla la historia, e incorporar a los peces como protagonistas también en esto de “los peces no hablan pero si se los escucha sí dicen muchas cosas”, Boaretto refuerza ese universo que el niño se armó entre lápices de colores, dibujos y peceras, construyendo una posibilidad más para visibilizar una situación que se replica en miles de hogares a diario y que exige atención al más mínimo de los detalles que suceden dentro de la casa.

El acompañamiento con un microdocumental, que además profundiza en la problemática, dando una mirada psicológica, social, judicial, del asunto, sirven aún más para concientizar sobre el tema, con entrevistas a especialistas y la propia Azcurra, potencian su llegada.

Dos valiosos testimonios desde la ficción para alertarnos de una realidad que duele, que lastima, que golpea y que tiene secuelas irrevocables en la vida de aquellos que la padecen. Dos ficciones para tomar en serio y en cuenta, que no por casualidad tienen a mujeres tras la cámara, a la hora de pensarnos como sociedad y qué hacemos con nuestros hijes/niñes.

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