Por Marcelo Cafferata
“El cielo es el lugar donde los hombres
decidieron poner a sus muertos”.
Incansable en la búsqueda de nuevos lenguajes, desde aquel mítico Periférico de Objetos, hasta la incontable cantidad de puestas que ha realizado –alternando entre salas independientes y el teatro más comercial-, Daniel Veronese es también un destacado dramaturgo que buscó en sus textos una nueva forma de expresión teatral.
Podemos mencionar, entre tantos otros, los célebres “Mujeres soñaron Caballos” “La forma que se despliega” “El líquido táctil” “Formas de hablar de la madre de los mineros mientras esperan que sus hijos salgan a la superficie” “Luisa” “La noche devora a sus hijos” o “Espía a una mujer que se mata”, sólo para mencionar algunos ejemplos de su extensa trayectoria.
En esta ocasión y junto con Mario Saba propone un ciclo de distintas obras en formato de cine, denominado «Fotografías” que devienen de una línea de investigación de un nueva forma de expresión que cruza lo teatral con un soporte audiovisual, frente a las limitaciones que impuso dentro del terreno del arte, esta cuarentena. Ahora se estrena la primera entrega de este ciclo “LA MATERIA OSCURA”, a la que se puede acceder desde el sitio del teatro “El camarín de las musas”: www.elcamarindelasmusas.com
La habitación del hijo
Leo es un mochilero que Alan levanta en el camino. Él no suele tener la costumbre de levantar mochileros en la ruta, pero algo particular ha sucedido en esta oportunidad y allí están entonces, en el pequeño jardín de la casa en las afueras, donde puede leerse el cielo como un mapa colmado de estrellas.
Y justamente Alan, aficionado a la astronomía, apunta su telescopio a ese mar azul que los ilumina, mientras que con una verborragia inusual insiste en que Leo se quede, que coma algo con ellos –Alan y Magda, su mujer- e inclusive, pase la noche en su casa, para que más descansado, continúe su camino al día siguiente.
Alternativamente Leo podrá dialogar con cada uno de ellos y entre disquisiciones sobre agujeros negros y materia oscura, entre fenómenos que parecen conectarnos con otros portales y con otras constelaciones, comienza a aparecer, cada vez con más fuerza, una sensación de vacío que flota en el ambiente.
La pareja ha sufrido una pérdida importante que se revive intensamente con la presencia de Leo, quien además parece tener alguna conexión, invisible (?) con aquel suceso del pasado reciente de la pareja.
Con un manejo de lo fantástico y hasta lo sobrenatural, la dramaturgia de Veronese y Saba acompaña al dolor de esta pareja, a su forma de transitar el duelo y fundamentalmente, ese “agujero” que queda frente a una desaparición.
¿Quién es Leo? ¿Hay una extrema necesidad de esta pareja de ver representado a su hijo en él o hay algún extraño lazo entre ambos?
Con algún punto de contacto con lo que sucedía en “La próxima piel” la película de Isaki Lacuesta o en la obra “Cronología de las bestias” de Lautaro Perotti, hay algo perturbador en la presencia de Leo, una presencia casi fantasmática que puede representar a un otro –Martín- o bien es la propia mirada de los padres forzando una interpretación de lo que en verdad ocurre.
El texto de Veronese y Saba cobra además otra dimensión vinculada con la culpa, el arrepentimiento, con la verdad y algunos pliegues que quedaron ocultos en lo sucedido y la dificultad para poder recomponerse a partir de una desaparición, que deja más enigmas que certezas, todo bajo un gran manto de incertidumbre.
La figura de desaparición, además, cobra en el texto y en la propuesta de los autores, la posibilidad de que puedan darse diferentes lecturas, que quedan a cargo de cada uno de los espectadores.
Esta primera entrega del ciclo (que se plantea con una duración aproximada de cuarenta minutos por capítulo) se plantea con una puesta en escena tan austera como precisa, donde se descubre el talento de Veronese para el manejo de sus actores.
El texto vibra de una forma muy particular en un trío protagónico sin absolutamente ninguna fisura.
Claudio Da Passano y Mónica Raiola componen a esa pareja quebrada por la pérdida, donde cada uno intenta rearmarse por caminos diferentes. Mientras Da Passano tiene exactos momentos de explosión de un dolor contenido y que se contraponen con otros de una gran ternura con esa protección paternal que le ofrece al desconocido, Raiola sale de su registro más acostumbrado para entregar una Magda calma, más conectada con una búsqueda espiritual para tratar de acompañarla en su duelo. Ambos, cada uno con su estilo, van amoldándose a lo que el texto requiere, un texto breve pero exigente dado que en poco tiempo deben atravesar diversas emociones e intensidades, y lo hacen con gran solvencia.
Los acompaña Guido Botto Fiora (“Huesito Caracú” “Como si pasara un tren” “Todo lo posible”), quien construye su personaje de forma tal que puede adaptarse a cualquier mirada del espectador. Gracias a la ductilidad de Botto Fiora, su Leo bien puede ser un adolescente, un joven, un “angel” u otra presencia.
“LA MATERIA OSCURA” nos deja con ganas de seguir atravesando este ciclo propuesto por la dupla Veronese – Saba presentado por El Camarín de las Musas.