Por Marcelo Cafferata
Vendrá la muerte y tendrá tus ojos.
Será como abandonar un vicio,
como contemplar en el espejo
el resurgir de un rostro muerto,
como escuchar unos labios cerrados.
(Cesare Pavese)
El estreno de “VENDRA LA MUERTE Y TENDRA TUS OJOS” del chileno José Luis Torres Leiva en la Sala Virtual del sitio Puentes de Cine (www.puentesdecine.com) convive, sin proponérselo por supuesto, con otros filmes vistos recientemente en donde la muerte, el sentido el final y las despedidas cobran diferentes formas.
El film de Torres Leiva, involuntariamente dialoga con “El cuaderno de Tomy” entrenada hace pocos días en la plataforma de Netflix y la recientemente vista en el Festival Internacional de Cine de Mar del Plata que se encontró disponible en la plataforma Cine.ar “Nosotros nunca moriremos” de Eduardo Crespo. Si bien los filmes son diferentes en su forma y en su estilo, los tres comparten una especial mirada sobre las despedidas, el tránsito de una enfermedad, el dolor y el duelo, el tiempo compartido y los recuerdos frente a un final repentino y difícil de aceptar.
En el caso de “VENDRA LA MUERTE Y TENDRA TUS OJOS” la construcción del duelo comienza a partir de la cotidianeidad de una pareja, Ana y María, que deben transitar juntas el proceso de enfermedad de María y la compleja decisión de no continuar con todos los tratamientos médicos invasivos. De esta manera, buscarán refugio para atravesar este momento tan especial, en una casa en el medio del bosque, alejadas del ruido de la gran ciudad y estableciendo el contacto con la naturaleza.
En ese refugio, ese espacio privado que construyen entre ambas, aparecerán distintos relatos dentro de la propia narrativa: leerán en voz alta algunas historias que implican una lectura de la vulnerabilidad para enfrentar el final, el miedo que aparece omnipresente y la sensación de finitud que sobrevuelan estos relatos que se viven en la voz de María que será, al mismo tiempo, la voz de los personajes de esas pequeñas ficciones.
Es así como Torres Leiva construye un film multidimensional, principalmente apoyado en una deslumbrante fotografía y un exquisito trabajo de iluminación que va generando los climas necesarios para internarse en la historia sino que también apela al trabajo en diferentes capas narrativas que subyacen en la historia principal y de las que se sirve para hablar de la contención, el cuidado y la seguridad de encontrar cobijo en otro –la historia de una anciana y una niña salvaje- y sobre la pasión, la pulsión sexual y el amor puro –reflejado en la historia de dos desconocidos y su encuentro a orillas de un lago-.
Ese disfrutar de los últimos momentos compartidos, acompañados de silencios, miradas, pequeños detalles y gestos, se presentan al espectador como una invitación a contemplar los rostros de las protagonistas y adivinar sus pensamientos, sus sensaciones y sus preocupaciones en una propuesta en donde el guion de Torres Leiva demanda más una construcción conjunta entre realizador y espectadores, que a poner en palabras lo que sucede y despejar ambigüedades.
Los silenciosos tiempos de espera, contemplativos y bellamente filmados, se contraponen con los momentos de bronca, de furia, de llanto desconsolado y explosiones que también atraviesan las mismas Ana y María que luego se contactan con la naturaleza y se dejan fluir en ese espacio sin tiempo, en esa espera hasta que se anuncie el final.
La propuesta apunta a dejarse atravesar por lo sensorial, dejando que caiga el peso de la palabra y de lo que se dice, para dar paso a un clima mucho más inasible, más intangible e incierto, que representa mucho más atinadamente el momento que se encuentran atravesando las protagonistas.
Habiendo participado de la edición anterior del Festival Internacional de Cine de Mar del Plata y presentada en el Festival de San Sebastián llega a la plataforma Puentes de Cine, este notable film chileno que encara una despedida dolorosa, de una manera poética y diferente.
POR QUE SI:
«Torres Leiva construye un film multidimensional, principalmente apoyado en una deslumbrante fotografía y un exquisito trabajo de iluminación que va generando los climas necesarios para internarse en la historia»