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Por Marcelo Cafferata

Después de su último trabajo “Al Desierto” (2017), Ulises Rosell vuelve al terreno del documental demostrando, una vez más, su enorme capacidad para encontrar personajes atractivos, cinematográficos, carismáticos.

En “Bonanza” (2001) retrata a un excéntrico chatarrero entre víboras, pájaros y zorros, luego en “El etnógrafo” (2012) a un antropólogo sumergido en los vericuetos del lenguaje dentro de la comunidad wichi y ahora es el turno de “LOPEZ” un trabajo en donde retrata al artista plástico, director de cine y uno de los más afamados fotógrafos latinoamericanos contemporáneos: Marcos López.

Rosell no traza un recorrido didáctico sobre la obra de López ni tampoco lo toma como el principal foco de este nuevo documental. Obviamente, sus trabajos aparecen tangencialmente a lo largo de la película, ya sea mostrando varias ilustraciones de sus libros de fotografías, en la decoración de su casa, en las sesiones en su estudio, o en una galería de arte, pero jamás se pierde de vista que el eje central del documental pasa por el registro de las situaciones cotidianas que permitirán que fluyan las características más salientes de su personalidad. Aquello que no tiene que ver con su obra, sino con el revés de la trama, sus momentos personales y su vida privada será, justamente, lo que Rosell rescate dentro de la narrativa para mostrar su faceta más íntima.

La cámara de Rosell sutilmente “invade” y retrata la privacidad de López para mostrar algunos momentos de su vida familiar (el vínculo con sus hijos pero por sobre todo el vínculo con su madre), su participación dentro de las diversas ramas del arte con las que toma contacto (como sus momentos de trabajo en la radio así como la preparación de una sesión de fotos en la que participa Fernando Noy) y una cantidad de pequeñas situaciones cotidianas en donde se van desplegando sus obsesiones, sus contradicciones, su sentido del humor –y porque no también su malhumor-, la preocupación por su salud y una problema en su hígado que refleja tanto la ira como la tristeza de ese momento, todos fragmentos atravesados por su inclasificable genialidad.

El retrato se hace más interesante todavía porque Marcos López se encuentra atravesando un momento particular de su vida en donde aparece una pequeña crisis por haber cumplido ya sesenta años que, combinado con la muerte reciente de su padre y el hecho de que su hija menor viajará al exterior para vivir con su madre, generan una situación de inestabilidad emocional que impactan tanto en Marcos persona / personaje, Marcos padre-hijo / artista.

Rosell tiene además la capacidad de dar espacio a ciertas “discusiones” –sin que esto signifique exponerlas abiertamente sino con su forma de ir entremezclándolas en la historia-, al desarrollo de algunas ideas que se vinculan con el mercado del arte. La concepción de la trayectoria de un artista, la relación entre la obra y lo económico, lo efímero de la fama –“si te saludan en la calle, te va a dar alegría durante tres semáforos” su particular versión de los quince minutos de fama de Warhol- o la exploración de nuevas posibilidad de expresar su arte con elementos tan simples como su propio teléfono, son algunas de las situaciones que se van planteando dentro del documental.

López es el creador de “Asado en Mendiolaza”, una especie de última cena criolla alrededor del icónico plato argentino, un artista que es identificado como uno de los más involucrados en el movimiento Pop latino, el mismo que en su juego de palabras y de imágenes produjo una de sus obras más famosas, el Sub-Realismo criollo y permite que la cámara de Rosell vaya cada vez más profundamente, indagando inclusive algunos hechos traumáticos de su vida privada, como la muerte de un hermano mellizo a pocos días de haber nacido o las visitas a los diferentes médicos mostrando su vulnerabilidad y sus costados más desvalidos.

Nuevamente Rosell se erige como un gran retratista (quizás sea esto lo que los una a ambos de manera inexorable) sabiendo indagar sobre los diversos recovecos que anidan en una personalidad tan creativa, multifacética y sorprendente como la de Marcos López y lo hace a través de su mundo familiar y su cotidiano, espacios que a su vez se ven invadidos con su obra, en un diálogo entremezclado y permanente entre hombre y artista.  

POR QUE SI:

» Nuevamente Rosell se erige como un gran retratista «

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