
Por Marcelo Cafferata

Cada vez hay más plataformas con más propuestas. Sin embargo, paradójicamente cada vez es más difícil encontrar un producto novedoso que se despegue del típico caso de la joven desaparecida que no ha dejado rastro, del policía que tiene que resolver un último caso antes de jubilarse o para salvarse de su propio infierno o del retrato de las relaciones familiares en el nuevo siglo.
Dos creadores como Álvaro Fernández-Armero y Juan Cavestany, cultivadores de un humor cítrico e irreverente, se disponen a atravesar una historia que muy pocos guionistas quieren tomar el riesgo de contar. Pareciera que el público no tuviese ganas de ver qué sucede con personajes que parecen estar de vuelta, con más ayeres que mañanas y dispuestos a lidiar con las complicaciones propias de los últimos años de vida, donde aparecen varios achaques, temas propios de la edad con los que se debe lidiar pero que pueden verse reflejados, sin solemnidades, en las alegrías de una pareja de amigos pisando los ’70.
Con una complicidad similar a la de Michael Douglas y Alan Arkin en “El método Kominsky”, en este caso los dos Rafaeles encarnados por Antonio Resines y Miguel Rellán son dos amigos de toda la vida, opuestos complementarios que se acompañan en este trayecto particular con sus crisis a flor de piel, enfrentándolas desde dos puntos de vista completamente diferentes.
Antonio Resines es Rafael Müller, un egocéntrico director de orquesta que debe enfrentar el abandono por parte de su pareja y revisar algunas situaciones con sus vínculos más cercanos para tratar de reflexionar sobre lo que le pasa, más allá de su coraza y de su espíritu inflexible. El otro Rafael, Rafael Jiménez, en la piel de Miguel Rellán, es un querible “viejito piola”, ex-leyenda del rock, que enfrenta la vida con un optimismo y un humor únicos, viviendo su bohemia en esta tercera edad donde retoma proyectos de trabajo mientras convive con su amigo hasta tanto se resuelvan algunos problemas con su departamento.
Los Rafaeles son tan humanos que uno puede reírse con ellos, empatizar, amar su costado más gruñón y hasta enamorarse de sus imperfecciones. De la mano de uno de ellos transitamos la mirada más pesimista, el lado más amargo y el costado menos complaciente de cada situación. Pero cuando el lado más sombrío parece ganar la pulseada, allí estará su co-equiper para sacarnos una sonrisa y permitirnos transitar el costado más amable, la fuerza vital y la libertad en su sentido más amplio, reírse de uno mismo y sacar la mejor versión.
“SENTIMOS LAS MOLESTIAS” tiene la capacidad de hablar de temas incómodos, de esos que parece que las series quieren esquivar y mostrar sólo tangencialmente. Cerca de la negrura de “After Life” de Ricki Gervais y completamente emparentada con el humor negro, la ironía y la incorrección política de “Vergüenza” (la brillante serie de los mismos autores y protagonizada por el increíble Javier Gutierrez), los guionistas tienen la posibilidad de poner una sonrisa sarcástica a temas como la vejez, la muerte o los finales que no son fáciles de atravesar.
Humanizando a la tercera edad, sin idealizarla ni demonizarla, Fernández-Armero y Cavestany son unos de los pocos dramaturgos que pueden derribar algunos estereotipos con la claridad y la solidez con la que ellos lo hacen. Se permiten, además, reírse de todo y romper tabúes, volviendo a subrayar que la inteligencia de su pluma permite, por lejos, hacer humor hasta con el lado más amargo de la vida.
Son apenas 6 episodios de unos 40’ cada uno, que hacen que se la pueda paladear de un solo tirón y que nos deje con ganas de mucho más para seguir viendo reflejados en pantalla, los avatares de la vida en el mundo de los adultos mayores: una ventana que no cualquier serie, película u obra de teatro tiene ganas de mostrar.
La química que dos enormes actores como Resines (una estrella indiscutible del cine español quien ha trabajado con grandes directores como Fernando Trueba, Alex de la Iglesia o José Luis Cuerda) y Rellán (con participaciones en “Cuéntame cómo pasó”, “Maricón perdido” o “Vergüenza” entre tantos productos televisivos) genera en el espectador, el enorme placer de acompañarlos en cada una de sus vivencias cotidianas y disfrutarlos juntos en pantalla.
Junto con un equipo de personajes secundarios notables entre los que se destacan Fiorella Faltoyano (aquella compañera de Sacristán en “Solos en la madrugada”) y María Casal, los dos Rafaeles tienen la particularidad de llevarnos de la risa a la emoción, del sentimiento a la carcajada, del sarcasmo a una lágrima sensible y hacen que “SENTIMOS LAS MOLESTIAS” sea un producto exquisito para aquellos que buscamos un momento de humor pero también de reflexión y de profundidad, algo que no abunda tan frecuentemente en las propuestas de las plataformas.