Por Marcelo Cafferata
Quien conozca el cine de Campusano sabe que tiene una marca de autor a la que cualquier espectador no podrá permanecer ajeno. Como director, fiel a su estilo, ha cosechado amantes, fanáticos y detractores en igual medida y ya desde su “Vil Romance” allá por 2008 dio que hablar dentro de la producción nacional.
Campusano es uno de los directores más prolíficos que tenemos en nuestro cine actualmente y luego de su “Vil Romance” siguieron “Vikingo” , “Fantasmas en la ruta”, “Fango” “El Azote” “El perro Molina” “El sacrificio de Nehuén Puyelli” o su trabajo anterior “Hombres de piel dura” entre tantas otras. Con todos estos trabajos comenzó a generar su estilo propio que intenta escapar de cualquiera de las convenciones y el encasillamiento en determinados géneros o temáticas, intentando siempre abordar aquellos donde poder desplegar una mirada social, de denuncia, visibilizando aquellos temas que nuestro cine, frecuentemente, no quiere abordar.
En “Placer y Martirio” (2015) la cámara de Campusano sale de su hábitat natural del conurbano para adentrarse en una abúlica burguesía. Lo hace a través de la historia de una mujer de clase alta, presa dentro de su propia cárcel de cristal del gran poder económico y su vínculo con un amante en donde intenta salir de su chatura y encontrar un verdadero deseo y una fuerte carga sexual. Esta idea de salir de su entorno, se repite ahora en su último trabajo “EN LA FRONTERA”.
Campusano no parece sentirse tan cómodo en este paisaje urbano y si bien domina el territorio desde la puesta y la presentación exterior, las motivaciones y los actos de sus personajes, demuestran una mirada artificiosa, ajena, que parece comprender, sólo en forma superficial y sumamente esquemática lo que se pretende relatar / retratar.
El guion se va estructurando en base a temas que son considerados “importantes” y que el director se impone desarrollar, pero las partes del rompecabezas quedas desperdigadas, no logran cohesión ni tampoco forman un cuerpo armónico. La narración luce totalmente fragmentada, episódica, un muestrario de situaciones que solo aparecen, como si los temas se mencionasen a modo de “titulares” pero que luego, no son desarrollados y presentan importantes saltos narrativos, sin lograr ningún tipo de cohesión.
Así aparecen mezclados con la ciudad, aquellos que están sin techo, vidas completamente al borde, la violencia doméstica y la violencia de género, la policía encubriendo todo este tipo de situaciones, el voluntariado para dar ayuda a estas poblaciones vulnerables, represiones policiales, los inmigrantes: todo enlazado dentro de una notable cadena de maltratos donde cada personaje termina siendo víctima y victimario de acuerdo a la situación en la que se encuentre.
También aparece el tema de la droga, el arte callejero, el trabajo ilegal –los manteros- y como puede observarse son demasiados temas para una sola propuesta que, naturalmente, por la duración propia que tiene el filme, no pueden tener mayor abordaje que un “salpicado” de situaciones que no logran profundizar en ninguno de ellos.
Sin embargo, a través de Vero, la protagonista (una nueva heroína del universo Campusano) se permite tratar el nuevo rol de la mujer en nuestra sociedad, apuntado tanto a una faceta profesional, como también la de explorar sus vínculos más cercanos (como su hermano o bien la posibilidad de formar una pareja) y aquellos con los que opera en su devenir cotidiano (trato con los obreros que trabajan en la empresa constructora que maneja con su hermano / vínculos dentro de la ONG en la que colabora).
A veces, es bueno apelar al dicho de “menos es más”.
Hubiese sido una decisión conveniente, que el guion apuntase a tomar alguna de esas líneas con las que pretende trabajar y poder profundizarla. En cambio, Campusano se pierde en su propio laberinto al querer contar una historia planteando esta gran diversidad de temas. Por otra parte, “EN LA FRONTERA” tiene puntos fuertes a valorar: la forma en la que filma la ciudad y su ritmo de urbe incluyendo escenas de arte callejero y además, el nivel homogéneo que logra con su elenco, que escapa totalmente de esos textos pronunciados como “de memoria” y logran tanto la protagonista (María Laura Álvarez en el rol de Vero) como su hermano (a cargo de Sergio Sarria (quien ya había trabajado a las órdenes de Campusano en “Hombres de piel dura”) trabajos sensibles y reales.
★ ★ ★ ★ ★ ½ ✩ ✩ ✩ ✩