Por Rolando Gallego.
La versión cinematográfica de la obra musical “La llamada” adaptada por los propios autores, Javier Calvo y Javier Ambrossi se presenta como un desprejuiciado ejercicio de dominio cinematográfico en donde el kitch y la cultura popular acompañan a los personajes.
Dueños de un universo propio único, expresado con solvencia en “Paquita Salas”, los Javi (así se los conoce por España) revolucionan el audiovisual español con propuestas desprejuiciadas que se nutren de miles de otros productos para disparar series y películas únicas.
En el caso de “La llamada” y en la historia de una joven (Macarena García) que recibe una “visita” del más allá, en forma de hombre (Richard Collins-Moore) y cantando melodías de Withney Houston, se posibilita una lectura sobre las comedias musicales y algunos coming of age que han acompañado desde siempre a los espectadores.
María (García) y Susana (Anna Castillo) se encuentran en campamento de verano pasando sus días y soñando con triunfar en el mundo de la música con su dúo “SUMA LATINA”, grupo de “electropop latino”. Milagros (Belén Cuesta), una de las monjas que cuidan el lugar, junto con la recién llegada Sor Bernarda (Gracia Olayo) intentarán ordenar a las jóvenes, hasta que, la revelación de “la llamada” las sorprenda.
Comedia desfachatada, que utiliza la música para hilvanar la historia y que despunta por su calidad narrativa, con la utilización por ejemplo del montaje en paralelo para reforzar sus dos ideas centrales sexo/religión vs pecado/iluminación, y que además encuentra en el gag y el punchline más simple su potencial.
Ideal para días en los que el ánimo no acompaña, “La llamada” logra eso que pocas propuestas hacen, la de levantar a los espectadores de la butaca para hacerlos bailar, cantar y sentirse bien. Una goodfeeling movie con identidad y firma autoral, algo que es muchísimo en tiempos de cine políticamente correcto y desabrido.
«La llamada» está en Netflix