Por Rolando Gallego.

Un hombre despierta desconcertado en un espacio que desconoce, después recuerda, después conecta con su compañero de confinamiento, luego comprende su situación y decide tomar cartas en el asunto. Este podría ser el resumen rápido y sintético de “El hoyo” producción española que revoluciona Netflix y de la que se piensa hacer en breve una remake en USA + serie y hasta una secuela.
En “El hoyo”, del debutante Galder Gaztelu-Urrutia , Goreng (Iván Massagué) verá cómo su suerte irá cambiando a medida que los meses pasen dentro de una misteriosa plataforma de confinamiento en la que debe estar preparado no sólo para convivir con extraños sino consigo mismo, atento a las amenazas que pueden surgir en su nuevo entorno.
Al igual que la reciente y multipremiada “Parasite” en esta cárcel vertical la lucha de clases se dará por las necesidades que vayan surgiendo en cada uno de los niveles que se habitan. Así, a niveles más elevados, se podrá contar con alimentos ilimitados, por ejemplo, mientras que en los más bajos primará la inteligencia y la inevitable realidad de subsistir como se puede o a expensas del compañero.
Hace algunos años un Gran Hermano proponía una competencia entre dos casas, una con lujos, una sin nada, la comunicación entre las casas y el intercambio entre las mismas de participantes marcaron el tempo de una edición que replicó en todo el mundo y que en Argentina no llegó a hacerse porque golpeaba la crisis del 2001 fuerte en el país.
Goreng escucha de su primer compañero (Zorion Eguilero) un lema que atraviesa todo el relato “comer o ser comido”, disponiendo esa ley de supervivencia que muchos filósofos han estudiado con profundidad, la que, pese a los esfuerzos de algunos personajes, como el de ordenar ese siniestro y atiborrado banquete que comienza a descender todos los días con alimentos para que todos puedan acceder, el egoísmo, la competencia, la gula, destruyen cualquier intento por organizar una comunidad que funcione en armonía.
La sociedad se espeja en esta distopía de encierro, en una producción que apela al sentido común y la necesidad del espectador de entender el porqué de todo lo que acontece, empatizando y desempatizando con los protagonistas a medida que la progresión dramática sucede.
Las sobras de uno en “El Hoyo” son el alimento diario de otros, y las cosas que comienzan a hacer los reclusos para acceder cada vez a más artículos son potenciadas por un guion que logra con una cuidada fotografía, una paleta de colores que intimida, interpretaciones sólidas,de los anteriormente mencionados más Antonia San Juan y Alexandra Masangkay, un relato de atmósferas únicas que hacen que el visionado fluya y que la moraleja final llegue.
“El hoyo” disponible en NETFLIX