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Por Marcelo Cafferata

En este último tiempo, la ficción nacional se ha ocupado de poner en relieve el tema de la tierra y los agrotóxicos en varios de sus relatos (“El Rocío” “Respira”).

Del mismo modo, se han producido diversos documentales alrededor de esta temática (quizás el puntapié inicial fue el gran “Viaje a los pueblos fumigados de Pino Solanas), que, fueron sumando otros temas como la falta de inclusión a los sectores más vulnerables y la falta de posibilidades de acceso a la vivienda digna o a comenzar a ser dueños de las tierras que trabajan.

LA VUELTA AL CAMPO”, el último documental de Juan Pablo Lépore –su quinta vez detrás de la cámara y profundizando sobre una temática a la que presta sumo interés y que fuera abordada en sus anteriores trabajos como “Agroecología en Cuba” “La jugada del peón: el agronegocio letal” o “Sin patrón, una revolución permanente”- releva diferentes situaciones en torno a la problemática de las tierras y del campo en nuestro país.

A través de su mirada documental, ha logrado dar visibilidad a estos temas preocupantes, básicamente amparado en la falta de políticas públicas para los pequeños productores, poniendo énfasis en la imposibilidad que tiene este sector, de poder ser el propio dueño de la tierra que trabajan y producen.

El documental podría leerse en forma de capítulos –aun cuando Lépore no los marque como tales- y en el que da apertura a este trabajo, se plantea el tema que quizás deje mayores dudas cuando se habla de la ocupación de las tierras sin violencia, tomando a la ocupación pacífica como un derecho y diferenciándola claramente de la usurpación en donde la posesión sería violenta. De esta manera hay un límite moral algo difuso cuando se intenta, en todos los casos, generar actos posesorios de forma tal de que, en un cierto lapso, se pueda pedir legalmente la usucapión.

Si bien resulta de suma importancia tener en cuenta estos mecanismos para que aquellos que son expulsados del sistema y que no tienen ni tendrán la posibilidad de acceder a sus propias tierras, la polémica queda abierta  en torno a la  licitud de estos actos de ocupación en donde muchas veces se ven involucrados compradores de buena fe que son los propietarios legítimos de esas tierras ocupadas –y que una vez presentado el tema Lépore prefiere no ahondar, dejando una sensación de mirada sesgada en este punto-.

Con una fuerte zona de conflicto en la Provincia de Mendoza, los testimonios de la primera parte del documental naturalizan el derecho de la ocupación y se muestra un caso más interesante aun: el del movimiento surgido en Brasil a partir de los latifundios improductivos. En ese caso, se ha sancionado la reforma agraria en 1988 que impone al Estado el deber de redistribución de todas aquellas extensiones de campo que no cumplan con una función social.

De esta forma vemos que aún en países donde se ha podido avanzar con las leyes, la burocracia y el falta de planificación e interés en resolver estratégicamente estas temáticas, hace que los trabajadores de la tierra sigan sosteniendo una necesidad no resuelta, donde un estado que debiese proteger justamente, por el contrario, da la espalda y se siguen sosteniendo las desigualdades, la falta de oportunidades y el abuso por parte de las estructuras de poder, siguen a la orden del día.

Narrativamente el documental va creciendo en espiral, concatenando este tema con otros muy interesantes alrededor del uso de la tierra y la formación de una Red Campesina Alimentaria que lucha por mejorar las condiciones de los pequeños productores, intentando desarticular el negocio de los intermediarios, a través de la formación de colonias de producción con una mirada completamente diferente, recuperando un estilo de vida de regreso a las tradiciones del campo y comenzando a construir un futuro diferente con miras a las próximas generaciones.

Es así como Lépore vuelve a denunciar el tema de los pueblos fumigados  y las graves consecuencias que impactan en la salud de los pobladores, otra de las  temáticas que desde el Estado se trata de minimizar e invisibilizar y a la que no se da ninguna solución, privilegiando ciertos negociados con las grandes empresas multinacionales. En ese mismo sentido, es importante el espacio que brinda el documental para que las voces de los propios trabajadores y activistas de esta lucha, puedan ponerse en primer plano y se genere un espacio de reflexión que se nutre de los destacados testimonios de personalidades como Osvaldo Bayer o Miryam Gorban.

Los alimentos saludables, la recuperación del territorio, la lucha por los derechos de la tierra y el trabajo intenso de las organizaciones rurales son algunos de los ejes que “LA VUELTA AL CAMPO” trabaja de forma clara y didáctica para un trabajo que debiese tener una difusión masiva, inclusive en ciertos ejes pedagógicos de la escuela media para seguir generando conciencia social y fomentando el tan necesario cambio.

POR QUE SI:

«Es importante el espacio que brinda el documental para que las voces de los propios trabajadores y activistas de esta lucha, puedan ponerse en primer plano «

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