Por Marcelo Cafferata
EL TIEMPO PERDIDO de María Álvarez
María Álvarez había retratado exquisitamente en “Las Cinéphilas” (2017) a un grupo de mujeres pasados los 60, para las que el cine es un elemento importante e imprescindible en sus vidas: una verdadera pasión. Ahora nuevamente asocia a personas de la tercera edad con su pasión por el arte en “EL TIEMPO PERDIDO”, donde un grupo de hombres y mujeres sostienen encuentros periódicos de dos horas en un bar de Tribunales para dar lectura a la icónica obra de Marcel Proust “En busca del tiempo perdido”, esa maratónica obra maestra en siete tomos, que incluso, alguno de los integrantes del grupo se jacta de haber leído mucho más de una vez.
No solamente se leen fragmentos de esta obra sino que se analizan con extremada precisión y apasionamiento, este texto que muchos lectores dicen conocer pero que pocos han leído realmente y que parecen conocer y hacer carne (incluso muchos de ellos se autodefinen como “los proustianos” y conectan hechos de su propia historia como irremediables vinculaciones signadas por el texto).
Roberto fundó este grupo hace ya más de 17 años y a través de los encuentros conoceremos a estos personajes que al encontrarse sostienen que “cada lectura es un acto creativo” ya que en cada nuevo encuentro con el texto, surgen diferentes emociones, nuevas interpretaciones y una comprensión más profunda de los personajes que ellos viven con una pasión particular y envidiable, plena de disfrute.
La cámara de María Álvarez registró varios de estos encuentros por más de cuatro años y nos brinda pequeños retratos de cada uno de sus protagonistas, sin conocer tantos datos de su historia personal, con lo que el relato pierde fuerza dado que los lectores solamente tienen breves intervenciones, y el verdadero protagonista es el magnífico texto de Proust en las voces de cada uno de ellos.
Obviamente que el texto es delicioso, profundo, intenso, que se presta generosamente al análisis. Pero cinematográficamente, que todo se centre casi exclusivamente en el registro de la lectura de cada párrafo, no genera el clima intimista que se había logrado en “Las Cinéphilas” ya que en ningún momento el texto deja de invadir la escena y por lo tanto, no nos permite conocer ningún dado de la vida personal de estos devotos “fanáticos” lectores, exploración personal que era justamente la carta de triunfo y lo que hacía brillar la entrega anterior.
PAULA de Florencia Wehbe
Florencia Wehbe se interna ahora en el mundo de la protagonista que da título al film, una adolescente de 14 años que deberá lidiar con las imposiciones sociales y culturales sobre los estereotipos de belleza.
“PAULA” emprenderá ese camino de búsqueda interior al mismo tiempo que intenta generar una pertenencia con su grupo de amigos del colegio secundario y apropiarse de un espacio que ni siquiera puede encontrar en su familia.
Sin ni siquiera tener problemas de notoria obesidad, con sólo algunos kilos de más y el hecho de no responder a los cánones de la belleza impuestos por los estereotipos sociales actuales, Paula siente claramente que no encaja. La intimidación de las miradas ajenas y la presión tanto manifiesta como acallada de su núcleo familiar y de sus amigas, hacen que Paula abra su propio blog como lugar de catarsis y así canalizar su angustia.
Wehbe construye la historia encontrando su propia voz y dotando a Paula de una gran sensibilidad: su mirada detrás de la cámara es profundamente empática y contenedora y prefiere descansar en los gestos y en los detalles antes que en subrayados a través de los diálogos o de las situaciones por las que la protagonista atraviesa. La cámara de Wehbe nos permite inclusive acompañarla en sus momentos más privados, donde su alma se desnuda y surge en su intimidad el sufrimiento y la angustia.
El guion evita el golpe bajo y el regodeo y se potencia con el protagónico de Lucía Castro que es pura espontaneidad y realismo, y logra que el espectador, empatice inmediatamente con la historia. Dos escenas donde ella se mira al espejo, una con un espejo circular en el centro y rayos de espejo que multiplican a una Paula fragmentada siendo una y varias a la vez, y la otra cuando al verse reflejada en otro espejo se siente conforme con lo que ve y sonríe, son tan perfectas que valen ellas mismas haber transitado por esta historia.