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Por Marcelo Cafferata

EL SILENCIO DE LOS HOMBRES de Lucía Lubarsky

Mucho se habla del nuevo rol de la mujer en la sociedad, las igualdades conquistadas y por conquistar, un empoderamiento del que por décadas se lo tildó como el sexo débil, los derechos socialmente ganados, que han sido el eje de variados trabajos documentales. Pero poco se pone en pantalla sobre las nuevas masculinidades y el cambio en el rol de los varones comprometidos con este nuevo orden social.

¿Qué sucede cuando un varón no encaja con el estereotipo de masculinidad hegemónica? Los testimonios apuntan a lo dificultoso de romper moldes y, desde lo pequeño,  realizar actividades diferentes a lo que se espera: leer un libro, tener un espacio de escritura, amantes de la danza, el gusto por las plantas o la jardinería, actividades que parecen más compatibles con el mundo femenino y muchas de las cuales parecen vedadas a ciertos modelos de masculinidad esperados. Allí es donde comienzan a aparecer diversas preguntas sobre las que Lucía Lubarsky va construyendo este trabajo documental, poniendo su cámara a disposición de cada uno de los testimonios.  

Es interesante acompañar el recorrido que hace particularmente cada entrevistado sobre su propia búsqueda, trabajo que implica bucear no solamente en la historia personal sino también poder echar luz sobre los lazos que los unen con sus padres o, en otros casos, con sus propios hijos. La paternidad (presente o ausente) marca en estos varones un elemento rector dentro de sus vidas y se emparente con las vivencias al interior de los modelos que plantearon los hombres de cada una de las familias. En muchas de ellas, aparece la cuestión del afecto, del abrazo o del contacto físico, de la sensibilidad y el diálogo más íntimo como un elemento casi prohibido, un fuerte tabú entre varones

La mirada que presta Lubarsky está completamente libre de prejuicios y esto es lo que facilita que cada uno de los protagonistas pueda ir abriéndose frente a la cámara y que explore imágenes de su infancia o su adolescencia y no tenga pudor de revisar sus miedos, su vulnerabilidad, sus deseos y su mundo sexual.

A partir de la propia historia familia, la directora convoca a su hermano Valentín y su padre, Marcelo a comenzar a abrir estos temas, para luego ir incorporando otras voces bien plurales, por fuera de su entorno familiar, facilitando que la película no se transforme en un ensayo endogámico familiar. Inclusive, este trabajo documental se retroalimenta con los propios cambios que van surgiendo en cada uno de los testimonios a partir de las reflexiones que se disparan a causa de este trabajo.

Lo que conmueve del documental son los testimonios completamente despojados del deber ser, abiertos a las zonas más íntimas y sensibles, varones dispuestos a mostrar sus emociones y su costado más tierno (en un momento la cámara registra a un padre mirando a su hijo con una pureza y una dulzura únicas) sabiendo que la cámara los contiene con una mirada amorosa y, en cierto modo, liberadora.

Desde una anécdota sobre salir del closet, los inicios sexuales, los acercamientos con el otro sexo, descubrimientos familiares como la sexualidad del propio padre o la homosexualidad de un hermano cada uno de los testimonios va encontrando un espacio de reflexión y de escucha, poco habitual en el universo de las masculinidades, un espacio que recién ahora está comenzando a abrirse para que pueda romperse ese silencio al cual algunos varones parecen estar condenados socialmente.

También aparece un interesante debate sobre el maltrato y el destrato que genera algunas revelaciones que podrían servir de semillero para el próximo trabajo documental y una historia en particular, de transexualidad, que permite abrir el juego totalmente, rompiendo cualquier arquetipo y sin atenerse a ningún modelo.

Dentro de “La mujer y el Cine”, “EL SILENCIO DE LOS HOMBRES” permite justamente generar un espacio donde la palabra y las emociones comiencen a habitar nuevas formas de entender el universo masculino.

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