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Por Marcelo Cafferata

La ópera prima de la cordobesa Florencia Wehbe (de quien recientemente vimos “Paula” en el BAFICI), cuenta la historia de Luis, un compositor de música clásica jubilado, retirado que vive en su acomodada rutina sin demasiados sobresaltos.

Se enterará por su hijo -y no por su propia hija con quien tiene una relación distante-, la noticia de que Elena, su nieta, viaja hacia la ciudad para estudiar y se instalará en su casa (¿provisoriamente?). Esta visita alterará por completo su ritmo cotidiano, sus pequeños rituales diarios y sus costumbres. Aun cuando quiera imponer sus reglas y sus imperativos, la juventud y la libertad de Elena, va modificando el ambiente poco a poco, imperceptiblemente.

Con la forma sutil con la que Wehbe va relacionando a los personajes, el relato se adentra en zonas complejas de los vínculos familiares y las diferentes generaciones que coexisten en la constelación familiar. No es común que se presenten historias con un personaje protagónico rondando los 60 y también llama la atención la relación de Luis con su vecina, papel con el que una vez más, Eva Bianco logra distinguirse en un rol secundario, con una composición precisa y colmada de calidez.

Por otra parte, Wehbe aprovecha el personaje de Elena, para mostrar los nuevos cambios sociales, desde su activa participación en los movimientos políticos, los derechos de la mujer, incluyendo una escena poderosa del pañuelazo a favor del aborto seguro, legal y gratuito que se mezcla armónicamente dentro de la narración. Estamos indudablemente en presencia de esas obras de cámara, pequeñas pero movilizadoras, de esas pelitas que, cada tanto, aparecen en la cartelera y nos provocan una agradable sorpresa. 

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