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Por Marcelo Cafferata

Padre e hijo, en una de las primeras escenas de la propuesta, en tono de charla cómplice, hablan sobre el monstruo que supuestamente se encuentra sumergido debajo de la gran plataforma que montaron en el pueblo costero de Aldea Mar.

Mientras que el padre sostiene que la fábula sólo fomenta evitar que se hable de los verdaderos motivos por los cuales instalaron la plataforma, Denis, el niño, sigue pensando en encontrarse con la criatura, sobre todo por la facilidad que tiene para diseñar kaijus (fenómenos de la cultura pop japonesa que rápidamente podríamos emparentar dentro del mismo árbol genealógico que Godzilla) en su videojuego de bolsillo.

Denis sale, una noche, con su mochila rumbo al mar: su espíritu explorador lo impulsa directamente al encuentro con la criatura. Pero jamás regresa y su desaparición borra estrepitosamente todos esos momentos de armonía familiar y felicidad, para sumir a la pareja en el dolor y el duelo que representa una desaparición.

Greta (Mara Bestelli) y Bruno (Marcelo Subiotto) deciden finalmente vender la casa familiar frente al mar pero el el dolor de esta pérdida todavía se encuentra tan presente que complica el trabajo de desarmarla para poder recomenzar, por lo que una amiga de ella, Sina (Maricel Álvarez) viajará especialmente para ayudarlos.

La tristeza y el desconsuelo se han apoderado de la pareja, aunque cada uno de ellos ha reaccionado en forma diferente frente a esa enorme pérdida. Greta no solamente deberá sobreponerse a todo lo sucedido sino que además, amorosamente cumple en sostener a Bruno quien no pudo asumirlo todavía y  que vive nadando entre recuerdos, diálogos y juegos imaginarios con el propio Denis, como si habitara una fantasía paralela casi cercana a la locura.

Frente a este planteo “PIEDRA NOCHE” tiene la difícil tarea de tomar ciertas decisiones para no caer en un cuento tantas veces contado y logra su cometido, con múltiples aciertos. En primer lugar el texto de Santiago Loza (que fue adaptado por Fund y Martín Felipe Castagnet) escapa de cualquier convención dentro del abordaje que ha tenido en el cine, el tema de la pérdida de un hijo. No se detiene en ningún lugar común, no se regodea en el dolor sino que por el contrario, propone un juego con toques de realismo mágico y la posibilidad de que intervenga lo suprasensible y lo fantástico.

Por supuesto que allí estarán los recuerdos, los objetos, algunas pertenencias y una habitación vacía que resume cualquier ausencia y ese dolor omnipresente tan difícil de superar. Pero la teatralidad del texto de Loza, preciso y que articula al mismo tiempo, silencios, gestos y algunas palabras, hace que todo cobre otro sentido. Fund, sabiendo el excelente material que tiene en sus manos, por la  potencia que se desprende de la dramaturgia de Loza, construye una puesta en escena en la que muchas de las secuencias son verdaderos cuadros teatrales cargados de intimidad e introspección.

Guionista(s) y director van montando una película de cámara con muy pocos personajes –a los tres mencionados más el niño, se suma un extraño corredor inmobiliario a cargo de Alfredo Castro, “Tengo miedo torero” “El Club”-, con la mirada atenta a los pequeños detalles que se van develando para dar cuenta de lo que sucede y, fundamentalmente, al tránsito que se va produciendo en cada uno cuando la figura de este monstruo desdibuje cada vez más el límite entre lo real y el imaginario.

Para sumar a esta conjunción tan particular de historia de duelo con relato fantástico, son de gran ayuda el excelente trabajo de fotografía a cargo de Gustavo Schiaffino y la música, clave en la narración, de Francisco Cerda.

Para el final, queda resaltar los tres enormes trabajos que ha logrado Fund con sus personajes principales, acompañándolos con potentes primeros planos que buscan conectar con el proceso interior de cada uno de ellos. Maricel Álvarez se luce con una composición con pequeños gestos y expresiones (sobre todo en su vínculo con Greta), y sobre todo en las reacciones frente a los comentarios en interacción con terceros, que dejan una sensación de plena espontaneidad para el desarrollo de su personaje.

Marcelo Subiotto le brinda a Bruno toda la confusión y el extravío que el personaje necesita y calibra ese  delgado límite entre el estar presente y el  perderse en los recuerdos, logrando encarnar esa vulnerabilidad de un padre completamente fragmentado frente a una pérdida inexplicable que no puede sobrellevar.

Mara Bestelli (quien además ha desarrollado otro sorprendente protagónico en la reciente “Una escuela en Cerro Hueso”, vista en el último festival de Cine de Mar del Plata) se apodera de Greta tanto en sus fortalezas como en sus momentos de debilidad. La cámara de Fund hace inteligentemente foco en sus ojos celestes transparentes que pueden expresan tan claramente la angustia, el dolor, la soledad y también esa esperanza que parece surgir, por momentos, para rearmar esa familia que quedó sepultada en el dolor.

PIEDRA NOCHE” es uno de los trabajos más logrados dentro de la extensa filmografía de Fund, uno de las ideas más luminosas de Loza dentro de sus trabajos para el cine y es, indudablemente un trabajo perfecto del binomio Subiotto – Bestelli, ambos, en estado de pura conexión.

POR QUE SI:

“No se detiene en ningún lugar común, no se regodea en el dolor sino que por el contrario, propone un juego con toques de realismo mágico y la posibilidad de que intervenga lo suprasensible y lo fantástico”

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