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Por Rolando Gallego

En la historia de tres amigas, completamente diferentes entre sí, se habla de los vínculos como posibilidad de transformación y supervivencia.

Un día Marie (Kirsten Olesen) recibe una dura noticia para su organizada y “gris” vida, su marido la deja, tras 44 años de matrimonio, por otra mujer. Y si bien en esto de “dejar” nadie deja a nadie, sino que son situaciones que se precipitan tras tiempos de maduración y sufrimiento, de un lado o el otro, le sirve la premisa a Barbara Topsoe-Rothenborg para impulsar una entrañable comedia dramática sobre la amistad y el amor.

Sorprendida pero no paralizada, Marie decide ir a Italia con las dos amigas de toda su vida, Vanja (Kirsten Lehfeldt) y Berling (Stina Ekblad), a quienes hacía tiempo que venía postergando por su trabajo y obligaciones.

Y el viaje, claro está, será el marco propicio para que se repregunten qué quieren para su vida, a la par que empiezan a desligarse de viejas ataduras y mandatos que las tuvieron presas, aun en su creencia de ser libres, y que imposibilitaron que, como Marie comienza a hacer “soltarse el pelo”.

Topsoe-Rothenborg, hábil, presenta a cada una de las amigas con pausa y detalle, para que, al momento de empezar sus cambios, estos sean notorios, y pese al subrayado y edulcoramiento con el que trata muchas de las situaciones, Una receta perfecta, se presenta como un maridaje perfecto entre la comedia, el drama, sumado el exotismo y belleza de los paisajes de Italia, y las preparaciones culinarias.

Una receta perfecta es una película que emociona, a pesar de los lugares comunes, y que sostiene su narración gracias a las solventes actuaciones del trío protagónico.

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